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En sus Diálogos con Claire Parnet, Gilles Deleuze advertía —mediante el estudio de la obra de Spinoza— acerca del interés que tienen los poderes establecidos en comunicarnos afectos tristes. Para una sumisión efectiva, es menester que los subordinados, a través de la identificación de su abatimiento, se consideren a sí mismos como vencidos y adopten entonces un comportamiento pasivo que contribuya a mantener el orden reinante. En otras palabras, para Deleuze la propagación de la tristeza es sin dudas una política puesta en marcha por los opresores para ejercer su dominio.
La promesa de la felicidad añade a la lógica deleuziana la observación de que la felicidad, en términos de sometimiento, es portadora del mismo cometido adormecedor que la tristeza. En efecto, a través de las figuras infelices de feministas, queers e inmigrantes, Sara Ahmed se ocupa de revelar el ostensible blindaje de lo normativo promovido por el mandato de la felicidad, así como también el problemático carácter heredado de los hábitos, comportamientos y elecciones que conducen a ella. En tal escenario, esto es, en un mundo que ya ha definido anticipadamente cuáles son los modos de vida considerados aceptables, todas aquellas minorías que se desvían del camino determinado son inevitablemente presas de la infelicidad.
Lejos de proponer un mecanismo de reinserción, Ahmed insta a asirse a la infelicidad, no como apología del sufrimiento, sino entendiéndola como catalizadora de nuevas posibilidades. Ser infeliz, por tanto, es ser receptáculo de una necesaria creatividad que invita a suspender el adoctrinamiento hacia el camino feliz —tan cargado de preconceptos y limitaciones— y a dar paso a una reestructuración total de las vías para acceder a la felicidad o, acaso, al planteamiento de un mundo no regido por su imperativo. Curiosamente, tras su acertado ejercicio desenmascarador, Ahmed no propone alternativas, sino que el ensayo merodea alrededor de lo descriptivo y deja latente la posibilidad de pasar al ataque.
De todas formas, si consideramos el incesante atiborramiento de consignas en torno a la felicidad fomentado por las políticas actuales, el arribo a la Argentina de La promesa de la felicidad —nueve años después de su publicación original en 2010— resulta a todas luces pertinente, en tanto que, aun si se encontrara en una manifiesta posición desfavorable, la reiteración continua de la felicidad, de la que supuestamente es dueño, incapacita al individuo para dar cuenta de las injusticias de las que es víctima y lo conduce así a un conformismo que lo aquieta. Mediante la libertad de sentirnos extranjeros, Ahmed nos interpela a desbrozar los mecanismos por los cuales se justifican acciones opresoras y desiguales bajo la instauración ficticia de sociedades felices.
Sara Ahmed, La promesa de la felicidad. Una crítica cultural al imperativo de la alegría, traducción de Hugo Salas, presentación de Nicolás Cuello, Caja Negra, 2019, 464 págs.
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