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En estos tiempos de fake news, de pandemia e “infodemia” global, de “negacionismos” varios y de una alta circulación de gente de ciencia, especialista y “experta” ―en materia sanitaria principalmente― en la TV, radio y redes sociales, es muy pertinente la aparición del libro de Pablo Pellegrini. La verdad fragmentada analiza críticamente la relación entre ciencia y verdad, y entre estas y la sociedad, allanando el camino a temas complejos con un lenguaje preciso y ameno, apoyado en una importante bibliografía científica, filosófica y literaria.
Investigador del Conicet y profesor universitario, Pellegrini aborda el tema de la ciencia desde su propio campo (en materia de investigación y métodos, de evaluación y validación), para luego mostrar su relación con otros factores “externos”, como la economía, las necesidades de una sociedad en una época histórica dada y las polémicas públicas en los medios de comunicación. Partiendo de lo que tiene la ciencia como objetivo, la búsqueda de la verdad, trata los casos de fraude, huyendo de toda generalización apresurada ―es decir, de la condena in toto―, buscando la existencia o ausencia de factores estructurales que permitan explicar determinada “mala praxis”. Desde esta perspectiva, no habría que adjudicar un aura especial o una ética altruista a cada integrante del campo científico. “Como ocurre con cualquier profesión”, escribe Pellegrini, “uno podría mencionar tres aspiraciones básicas: recibir una recompensa económica por el trabajo realizado; alcanzar una gratificación personal; obtener un reconocimiento social”. En el interior del campo científico, poblado de desacuerdos, polémicas permanentes y necesidades de financiación, la “revisión entre pares” es lo que debería primar, camino a la difusión de determinado descubrimiento, donde hacen su aparición las publicaciones especializadas. Al estar monopolizado el mercado de las revistas científicas ―otro factor crítico―, estas resultarían poco confiables, ya que hacen primar el negocio económico: los ingresos, sea por suscripciones de lectura, sea por la vía del cobro a quienes deseen publicar, lo que lleva a una ausencia de control sobre la calidad y/o seriedad de qué sale a la luz pública. Hay incluso “ciencia que no muere”, “ciencia rechazada”: investigaciones y experimentos financiados por gobiernos y “privados”, aunque no hayan logrado aceptación y sean descartados o desautorizados por la comunidad científica.
Zoólogos especializados en la reproducción de lagartijas tuvieron sus polémicas en la década de 1980; en 1990 hubo una sobre la llamada “fusión fría”; a comienzos del siglo XXI, discusiones públicas en países como Francia y la Argentina en torno a los cultivos transgénicos. Pellegrini recupera episodios que, en muchos casos, salieron del campo científico ―ante la ausencia de consenso― para plantear sus cuestiones y debates en los medios de comunicación, con dispar suerte. Entre los conflictos y disputas científicas, del laboratorio a la circulación pública, para Pellegrini se trataría de obtener certezas a partir de la “aproximación” al objeto del conocimiento, lo que también incluye la misma ciencia. No por la cantidad de información acumulada sobre tal o cual tema, actualmente disponible en cantidad ingente por Internet, sino mediante el acercamiento ―que es también un desciframiento― que necesita o requiere toda complejidad.
Pablo A. Pellegrini, La verdad fragmentada. Conflictos y certezas en el conocimiento, Argonauta, 2019, 272 págs.
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