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“Mató mil” era, según la revista Gente, la forma en que, en 1975, la juventud se refería a “algo sensacional; que llamaba la atención”. El libro de Sebastián Carassai, resultado de su tesis de doctorado, analiza el modo en que estas frases que remitían metafóricamente a la violencia aparecieron en la prensa y en las publicidades de la época. Tal como lo exhibe la publicidad de la aerolínea Austral que se ve en la tapa del libro, titulada “Con la izquierda, no”, según la cual las azafatas de la compañía atenderían a sus clientes con la mano derecha y jamás con la “zurda”, la violencia fue naturalizada y valorada positivamente.
Pero el texto no sólo se compone de estos atractivos hallazgos. Si bien desde hace algunos años los setenta se han constituido en objeto de estudio privilegiado de las ciencias sociales, el foco se puso principalmente en el análisis de las vanguardias (artísticas, culturales, políticas o sindicales) y de las fuerzas represivas. Carassai explora otras latitudes: las actitudes y creencias acerca de la violencia política de la clase media no politizada. Y lo hace a través del examen de una multiplicidad de materiales: desde entrevistas a integrantes de la clase media de tres puntos geográficos del país (la ciudad de Buenos Aires, San Miguel de Tucumán y Correa, un pueblo santafesino) hasta encuestas de opinión pública de aquellos años, desde programas televisivos (la telenovela Rolando Rivas, taxista o los monólogos de Tato Bores) y publicidades en revistas femeninas (Para Ti o Claudia) hasta el diario íntimo de una entrevistada, entre otros.
El libro ataca varios de los mitos instalados acerca del comportamiento de esta “gente común” en relación con el peronismo, la guerrilla y los militares. Cuestiona tanto el giro hacia la izquierda y/o hacia el peronismo como la supuesta simpatía o apoyo hacia las organizaciones armadas. Asimismo, en oposición a las lecturas que trabajan el vínculo de la clase media con la violencia estatal en clave de complicidad o de ignorancia, propone la existencia de una superstición civil, de un “Estado supuesto saber” −en analogía a la tesis lacaniana sobre la necesidad del analizante de depositar un supuesto saber en el analista para que el análisis funcione−, que condujo a que muchos de los sectores medios atribuyeran un saber absoluto al Estado, desde el cual podían hacer comprensibles sus acciones.
Sebastián Carassai, Los años setenta de la gente común. La naturalización de la violencia, Siglo XXI, 2013, 336 págs.
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