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Hace tiempo ya que José Luis de Diego se abocó al estudio de un tópico relevante pero poco transitado entre los investigadores: los editores y las editoriales. Ya había deslumbrado con los once ensayos de La otra cara de Jano (2017) y ahora se explaya acerca de su inmersión en el mundo editorial a través de un nuevo (y provocativo) título: Los autores no escriben libros. Si los ensayos del primer libro apuntaban a brindar un panorama general de la historia de la edición en la Argentina (la radicación de editores españoles en los años treinta, el auge de Losada, Sudamericana y Emecé en los cuarenta y cincuenta, el boom en los sesenta, la caída en el período setenta a noventa, la concentración en los dos mil, las editoriales independientes post-2001), en esta nueva publicación se concentra en estudios puntuales, que van desde cómo aparecen personificados los editores en textos literarios a un análisis minucioso de las publicaciones de literatura argentina entre 1966 y 1970.
En ocasiones, su voluntad de investigar surge de una simple frase, como “¿Qué es la historia del libro?” (Robert Darnton), “Si te fijas, hay muy pocos escritores que hayan ficcionado a los editores” (Enrique Vila-Matas) o “Hace falta un buen trabajo sobre Santiago Rueda” (Ricardo Piglia). De Diego toma nota, se arremanga y se vuelca con deleite a contestar una pregunta (cómo se investiga la historia del libro), refutar una frase (hay más personajes-editores de los que se piensa) o hacer caso obediente a una consigna (el texto “Un catálogo para Santiago Rueda” es sublime). En cada ensayo se trasluce el goce del investigador desempolvando libros olvidados de bibliotecas públicas y buceando entre la materialidad del libro: catálogos, colecciones, redes intelectuales que se identifican a través de notas aisladas en medios, conversaciones con algún familiar, pies de imprenta y solapas que quizás a nadie despierten mayor interés, pero que para el investigador son oro.
El trasfondo de sus lecturas sobre el mundo editorial argentino y latinoamericano del siglo XX es el de una industria relevante y floreciente, con tirajes promedio de diez mil ejemplares; De Diego hace una cartografía de un mundo que ya no es, como Melville hablando de la industria ballenera cuando esta entraba en su declive. Refirió la mutación en su libro anterior y la repite en este, con el año 2000 como punto de quiebre, con múltiples significados: del número redondo al auge de Internet, la consolidación del modelo de compras de librerías y editoriales por parte de grupos económicos que a veces ni siquiera son del sector y, en la Argentina en particular, la crisis de 2001, que significó también una oportunidad y cambió el mercado con el surgimiento de las llamadas “editoriales independientes”.
Sin dejar de recordar nunca la máxima que da título a su obra, De Diego no trabaja con los textos de los autores sino con la materialidad de los libros, esa “sagrada mercancía”, en el oxímoron planteado por Bertolt Brecht. Y para estudiar este producto bifronte, pendiente a la vez del mercado y de la cultura, bucea no entre los escritores de textos, sino entre los hacedores de libros: los editores.
José Luis de Diego, Los autores no escriben libros. Nuevos aportes a la historia de la edición, Ampersand, 2019, 242 págs.
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