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Malvinas. Una guerra privada

James Peck

TEORÍA Y ENSAYO

Cuando en 2011 James Peck, artista nacido en las Malvinas, se hizo ciudadano argentino, el periodismo intencionado supo darle a su historia el giro político de rigor. Un diario británico tituló: “El isleño que pide entrega de las Falklands a la Argentina”; mientras que, en Argentina, un diario publicaba: “El hijo de un soldado inglés será el primer argentino de las islas”. Sin embargo, James Peck es mucho más que el héroe o el traidor de un jingle nacionalista. James Peck es un personaje anfibio, transatlántico, raro, múltiple; es un pintor único, un poeta por naturaleza que nació en un pedazo de tierra alejado del mundo y quedó atrapado bajo el fuego cruzado de una guerra ajena, absurda, entre una dictadura de borrachos y un imperialismo recalcitrante. “La guerra”, escribe Peck, “era sólo el trasfondo de una vida que uno no había elegido”. Desde entonces viene desarrollado una obra despojada pero desgarradora, que empezó allá por los ochenta con las pinturas de paisajes yermos y evolucionó hacia una gestualidad zen, cosmopolita, más abstracta y casi conceptual, que reivindica lo insignificante y lo efímero. La obra de Peck desafía toda expectativa de unidad y ostenta una mirada comprometida con aquella dimensión de nuestra experiencia, también vaga e inasible, que no se puede exorcizar: “levantar el vuelo, mis propios hijos sonríen / sin saber ya que su padre no / reconoce ninguna frontera, no siente / más lealtad que hacia lo sagrado”.

Leal a esa búsqueda, Peck ha complacido y ofendido en igual medida y con la misma falta de intención. Cuando decidió usar la guerra como tema en sus pinturas y luego exhibirlas en Buenos Aires; cuando volvió a las islas casado con María, una pintora argentina, y quiso que diera a luz en suelo británico; cuando decidió naturalizarse argentino el mismo día que los isleños celebran “Liberation Day”; cuando aceptó que Cristina Fernández de Kirchner le entregara el documento de identidad: a cada paso, Peck recibió de uno u otro lado del Atlántico censuras o celebraciones, gestos de espanto o guiños de aprobación, amenazas anónimas o exaltadas coreografías públicas. Y aunque el libro que publicó este año, Malvinas: una guerra privada, promete una explicación para aquellos que todavía la exigen, la verdadera revelación aquí es la generosidad con que Peck deja entrever su dimensión humana de artista que ha tomado decisiones controvertidas no para alienar a nadie, sino para acercarse a sí mismo.

Aunque la guerra estalló hace más de treinta años, cuando Peck tenía trece, continúa siendo el eje existencial de su vida: “De un momento a otro, nuestra realidad quedó transformada en algo incomprensible”. Y es en parte por eso que este libro parece armado con esquirlas de un estallido temporal. Originalmente escrito en inglés con el título The Silent Path, fue volcado al español con cierta precipitación. Es verdad que esta traducción es pobre, pero hace una infrecuente justicia a un texto; no sólo porque rescata la voz y la cadencia de Peck sino, sobre todo, porque logra materializar, gracias a sus errores y limitaciones de estilo, el tema primordial de este libro: la brecha de incomunicación que se abre entre el Peck contrabandista de lo sagrado y los inevitables gendarmes de lo profano. Su verdadera “guerra privada” es esa, la historia de un artista que, como muchos otros, transcurre sus días escapando del infierno y en busca de una ciudadanía más concreta que la que puede ofrecer una bandera, de una identidad más real que la que puede legitimar un documento.

 

James Peck, Malvinas. Una guerra privada, Emecé, 2013, 224 págs.

28 Nov, 2013
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