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De un tiempo a esta parte, las corrientes principales de la teoría literaria parecen desentenderse de la reflexión sobre el objeto y funcionan cada vez más como ampliaciones de la cultura general del investigador en Letras en disciplinas que no domina. Saberes sobre geología, climatología, biología molecular, etología animal, termodinámica, antropología amerindia o etnología de las economías populares son aprehendidos para luego ser aplicados en viejos textos. Así, la teoría literaria pareciera centrarse en la dimensión de lo que podríamos denominar el “contenido” de la lectura (qué podemos leer en un texto), a riesgo de soslayar peligrosamente la “forma” de esta (cómo podemos leer y experimentar un texto). De allí que hoy día todo texto que tenga al método como preocupación central sea rápidamente recelado por llevar consigo el tufillo de la vieja especificidad y, cuando no, sancionado como inadecuado para abordar los problemas apremiantes del presente.
En este contexto, la aparición del ensayo Por una crítica intervencionista de Pierre Bayard es un modesto acontecimiento (propiciado por la traducción y el excelente estudio crítico introductorio de Nicolás Garayalde sobre la obra del francés), ya que no sólo nos obliga a repensar el estado de la disciplina y multiplicar las preguntas sobre lo que significa leer críticamente, sino que a la vez nos ofrece con generosidad lo que ya nadie se atreve hacer: soluciones prácticas para el abordaje de textos literarios, que permiten imaginar otros procedimientos afines. En este sentido, la obra de Bayard le ofrece al teórico o crítico argentino, más o menos ensayista, más o menos irónico, más o menos escéptico de las pretensiones científicas, más o menos burlón del pseudoactivismo de los estudios culturales, un momento de felicidad instantáneo: la concreción efectiva de aquellas ideas disparatadas que sólo nos permitimos imaginar en el contexto de una charla de pasillo o de bar con colegas, en un libro de ficción que no nos sumará puntos para una próxima categorización o en un ensayo de madurez cuando ya no necesitemos responder ante ninguna demanda institucional. Es por ello que el catálogo de invenciones críticas del francés (son cinco las que aquí se señalan: literatura aplicada al psicoanálisis, crítica policial, crítica de mejoramiento, crítica de anticipación, crítica incompetente) despierta simultáneamente en el lector argentino nuestra propensión inconfesada al nacionalismo (“Bah, todo esto ya está en Borges”), un inadvertido rencor en el que se adivina la pregnancia de algunas supersticiones críticas (“La gracia del gesto borgeano yace en la postulación de la idea, no en su vulgar realización”) y nuestro orgullo herido (“¿Y si nunca estuvimos a la altura de las invenciones borgeanas?”). En este sentido, el ensayo programático de Bayard, con su tono sintético y a la vez irónico, viene necesariamente a aguijonear nuestra mala conciencia.
La obra de Bayard promete muchos dones (y se avizoran con él también muchas decepciones y equívocos, no sólo en el plano de los resultados efectivos de los experimentos, sino también en las decisiones epistemológicas implicadas, siendo su tendencia a protocolizar la lectura uno de sus problemas no menores), pero si algún mérito cierto tiene es el de obligarnos a reconectar con una tradición más reivindicada y citada que efectivamente practicada.
Pierre Bayard y Nicolás Garayalde, Por una crítica intervencionista, Bulk Editores, 2021, 106 págs.
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