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Interrogado por el periodista y antropólogo Régis Meyran, Enzo Traverso presenta un recorrido histórico y conceptual por la figura del intelectual, desde su aparición —que ubica en el siglo XIX con el caso Dreyfus— hasta su actual estado de decaimiento —en las figuras del “experto” técnico de gobierno alla Mario Monti o del “filósofo mediático” alla Bernard-Henry Lévy o Michel Onfray—, no sin avizorar la posibilidad de un intelectual que vuelva a acercarse a los movimientos sociales. Dividida en tres secciones, la charla da cuenta del proceso de nacimiento y eclipse del intelectual, de la coyuntura político-económica que acompañó dicho proceso y de sus proyecciones a futuro frente a la situación actual, en que “se cumplen las condiciones para una explosión social, pero no hay ninguna mecha para encender la pólvora”.
Una conversación entre europeos sobre un tema que preocupa a los europeos, pues, como “constata” Traverso con un tono algo melancólico, el declinar del intelectual es contemporáneo a la pérdida de la hegemonía cultural europea. No obstante, si alguien puede responder a la pregunta que sirve de título al libro sin perderse en el “liberalismo tibio e insípido” que se ha convertido en el “patrón de la lucidez”, ese es Traverso, historiador y politólogo, especialista en la historia de la guerra, el totalitarismo y la violencia en el siglo XX, investigador comprometido con Potere Operaio en los setenta, colaborador de proyectos editoriales de izquierda (como la revista Contretemps o la editorial La Fabrique) y miembro de la hoy desaparecida Ligue Communiste Révolutionnaire.
Polemista erudito, Traverso parte de una definición: un intelectual es aquel que propone un pensamiento disonante en relación con su época, que asume un compromiso político y cuestiona la legitimidad del estado de cosas naturalizado. Luego pasa revista de las tipologías disponibles en la tradición europea del siglo pasado (Gramsci: intelectual tradicional/orgánico; Bobbio: filósofo rey/filósofo de corte; Sartre: intelectual en situación; Foucault: intelectual universal/específico) para dar cuenta de la necesidad de reconstruir la relación entre los intelectuales críticos (hoy investigadores especializados, mayormente aislados en universidades) y el entramado social plagado de movimientos “huérfanos”, sin orientación ideológica o política definida (como los indignados, Occupy Wall Street o la primavera árabe).
Lo mejor del libro es quizás la narración simple y descarnada de la historia de Occidente a través del surgimiento y la derrota de sus revoluciones: si el siglo XIX se inicia con la Revolución Francesa —matriz del socialismo— y el XX, con la Revolución Rusa —cuna del comunismo—, el siglo XXI se abre con la caída del comunismo y la urgencia de pensar una alternativa que, como sostiene Philippe Corouff, combine la liberación colectiva con el despliegue personal desde una perspectiva cooperativa. Aunque la utopía comunista ya no pueda sostenerse, la lucha sigue siendo contra el capital, y los intelectuales no deben resignar su tarea de imaginar nuevos horizontes de expectativas. Lo más inquietante del libro tal vez sea un cierto universalismo que Traverso reivindica frente al intelectual específico, y que habilita el traslado rápido al análisis de la situación de los intelectuales fuera de Europa. En Argentina, La Nación ha sabido hacer un buen uso ideológico de ello.
Enzo Traverso, ¿Qué fue de los intelectuales?, traducción de María de la Paz Georgiadis, Siglo XXI, 2014, 128 págs.
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