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En Tumulto ninguna experiencia se resiste al análisis, a una (re)interpretación crítica. Ni siquiera puede lograrlo su autor, que afirma que podría “haber mantenido sus escrúpulos metódicos para no escribir este libro si un día no se hubiese topado con un sorprendente hallazgo: un conjunto olvidado de cartas, libretas con notas, fotografías, recortes de periódico y manuscritos abandonados”. De todos ellos se vale —tapando baches, cosiendo parches— para reconstruir sus impresiones de la experiencia socialista por la que transitó durante las tumultuosas décadas de los sesenta y setenta, viajando por la inconmensurable URSS, esquivando las revueltas comuneras de Berlín y dejándose atravesar por la Cuba de Castro.
En las dos primeras partes del libro, Enzensberger se sirve de su diario y de unas anotaciones a menudo aisladas, cuyo ritmo obedece menos a una rigurosidad cronológica que a las imposiciones espaciales y “diplomáticas” del viaje. Bien resalta las carencias de esta metodología de trabajo Patricio Pron, cuando afirma que el libro le presenta al lector “la dificultad de no ser capaz de reconocer en buena parte del texto cuál es la distancia temporal entre este y los hechos narrados”. Esto es contrarrestado con detalles que permiten “correr el tupido velo” del ethos socialista: en la opresiva atmósfera de las kommunalkas; durante las fastuosas veladas bancadas por la Unión de Escritores Soviéticos, en las que desfilan personajes de la talla de Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Giuseppe Ungaretti, Ilyá Ehrenburg, Yevgueni Yevtushenko y Konstantin Paustovski; o transitando la disímil y desoladora geografía soviética, donde la utopía socialista estaba dando sus últimos coletazos.
En “Recuerdos de un tumulto”, Enzensberger nos conduce mediante diálogos con su memoria —“un sosías que se me antojara como un hermano menor”— a esa zona de sombras en la cual se propone “distinguir el tumulto objetivo del subjetivo” bajo una consigna nada pueril: conocer “qué andaba pensando cuando sucedió todo aquello”. En esta sección del libro desfilan personajes que lucharon por la causa socialista cubana y terminaron siendo metabolizados por ella: nombres como Virgilio Piñera, Heberto Padilla, Haydée Santamaría o Carlos Franqui encontraron, en el exilio o el suicidio, una retribución amarga a causa de una impronta que no respetaba “las voluntades del partido”.
Tumulto aparece hoy en las librerías de Argentina como lectura necesaria para comprender los aspectos más significativos de la historia de la izquierda en la segunda mitad del siglo XX; historia que cada tanto retorna a nosotros como síntoma de aquello que no pudo ser. Así lo resume Enzensberger en la última frase del libro: “Pasados los años, el hombre sagaz recuerda como farsa lo que intentó vivir como tragedia. El tumulto, sin embargo, ‘no fue en vano’. O tal vez sí”.
Hans Magnus Enzensberger, Tumulto, traducción de Richard Gross, Malpaso, 2015, 249 págs.
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