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Según una imagen corrientemente difundida del Zen que lo asocia con el silencio, puede resultar llamativo que Alberto Silva se valga de cuatro volúmenes para explayarse sobre el asunto. Pero como él mismo se encarga de explicar, el Zen, lejos de recluirse en lo inefable, está ávido de discursos que lo verbalicen, ya que entiende que la palabra es una dimensión insoslayable de la experiencia.
La propuesta de Silva es doblemente radical: enraíza en una experiencia legítima que es objeto de transmisión y apunta a subvertir el conjunto de la existencia. Se trata de reeditar la práctica original en unas coordenadas culturales y personales que son diferentes en cada caso, procurando vivir y revivir la desnudez de una experiencia a la que se le van quitando progresivamente las prendas que la postergan. El Zen “realiza” a la persona, dice; por eso es necesario que un Zen realista, en una circunstancia profana, laica, crítica, occidental, urbana, pugne por tener dichas características.
En consonancia con procedimientos del Zen soto, Silva se vale de discursos de ámbitos diversos. Desde su punto de vista, lo que importa no es la procedencia de dichos materiales sino si consiguen o no palpitar al calor de una experiencia viva. Sin dejar de atender al rigor de su argumentación, toda la obra está escrita desde una única premisa que funciona, además, como criterio último: la meditación sentada o zazen. Silva entiende que la práctica es previa a la reflexión y tiene, al mismo tiempo, la tarea de corregirla.
Aunque entre los cuatro tomos de esta obra se teje una auténtica red de resonancias, es posible señalar algunos rasgos propios de cada volumen.
Zen 1. Ruta hacia Occidente esboza la topografía de una experiencia, la cual se inicia en India, penetra en Tíbet y llega, a través de China, a Japón, para buscar ahora una manera de ser dicha en nuestra lengua, en la perspectiva del advenimiento a Occidente de un Zen que, sin renunciar a sus raíces, pueda ser capaz de germinar en otra tierra.
Como lo presenta en Zen 2. ¿Qué decimos cuando decimos experiencia?, el Zen es fuente de conocimiento gracias a una práctica meditativa que motoriza la progresiva aclaración de la persona y que la lleva a modificar sus nociones de cuerpo, espacio, tiempo y lenguaje.
Zen 3. Zensualidad está enteramente dedicado al cuerpo, terreno de juego de la experiencia. Lejos de constituir un impedimento en el camino del que busca “despertar”, advierte Silva, el cuerpo es el único vehículo con que contamos para transitar ese camino. Delineando una historia cultural del cuerpo en Japón, señala de qué manera el Zen fue capaz de interferir en diferentes paradigmas, apoyando su potencia iconoclasta en una concepción no dual que puede ser considerada transparadigmática.
En Zen 4. El oficio de vivir, el texto se organiza en dos columnas: la interior corresponde a una serie de teishos (alocuciones previas al zazen) de Silva y la exterior, a las intervenciones de un grupo de práctica que constituye la escucha del teisho. Bajo la suposición de que la práctica personal es el único “maestro”, las diferentes voces, afirmando su singularidad (y atentas a las modulaciones de los otros), se entrelazan tejiendo un texto que da cuenta de una práctica compartida.
Tal vez, en su totalidad, esta obra en cuatro tomos puede ser leída como propedéutica de esa práctica.
Alberto Silva, Zen 1. Ruta hacia Occidente, Bajo la Luna, 2012, 336 págs.; Zen 2. ¿Qué decimos cuando decimos experiencia?, Bajo la Luna, 2012, 256 págs.; Zen 3. Zensualidad, Bajo la Luna, 2013, 368 págs.; Zen 4. El oficio de vivir, Bajo la Luna, 2014, 200 págs.
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