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Se podría decir que la reflexión (o la pregunta) sobre qué hubiese sido de nuestra existencia si las situaciones que la definieron hubiesen sido otras atraviesa Antitierra, de Valeria Tentoni, como una opción de lectura. El solo hecho de existir en el mundo no necesariamente es garantía de felicidad. El poema “Este es mi año nuevo” enuncia y articula una trama alterna temporal y espacial sostenida por la escritura misma: “Contaron nueve planetas y no se quedaron contentos. Se dijeron/ que debía haber uno más para completar el número perfecto. 57 / Lo llamaron Antitierra, el décimo planeta ficto. Estaba justo / detrás de nosotros, por eso no podíamos verlo. / Como alguien que llega por la espalda y te tapa los ojos, / te pregunta quién soy. / Nos engañamos con paciencia, nos esmeramos. / Alguien nos falsifica y dice que lo hace por nuestro bien”. La acción de escribir es un gesto que implica restituirle significación al mundo en su conjunto, como si el poeta, o el escritor, fuese una suerte de demiurgo, con sus biromes y borradores, que toma nota y registra lo que ocurre en su campo de visión y en su propia experiencia.
Bajo esta perspectiva algunos versos son extremadamente asertivos sin por eso perder lirismo: “el corazón es un animal que habita otro animal”. O: “Todo lo que brilla es satélite de alguna estrella opaca”. Este tono dialoga con mandatos cargados de un aprendizaje en la experiencia poética de cuyo trayecto es testimonio la escritura: “Lo que no es excesivo no vive, me enseñaron, / pero no vale la pena destruir una mañana como esta / para escribir”. Decir antitierra sería algo así como detenernos a analizar hechos que quedaron incumplidos y que, desde un plano distante o virtual, reaparecen en forma de incógnitas cada vez que pensamos en una decisión a tomar.
Ante la multiplicidad de elecciones y opciones para realizarnos, o para decidir, aparece la necesidad de vivenciar aquello que nos toca de manera intensa. Por eso el poema “Quiero reventarme” tal vez sea una suerte de demostración de lo intenso, antes que un fin, un medio para revertir ciertas formas del ostracismo y de la rutina: “contra el futuro / como un insecto de esos /que se convierten en estrellas en la ruta /sobre el cielo polarizado /de un parabrisas ajeno”. Quizá ocurra algo parecido con “El amor es un toro mecánico del que nadie se baja con elegancia”. Arrojarse al vacío, proyectarse, si bien es una necesidad, trae consecuencias nunca gratuitas para nadie: “Entonces todo comienza, y ya / no hay manera / de emprolijar el cuerpo, esa forma / de la que antes creíamos tener dominio y que ahora / se nos revela / como si hubiese estado esperando su turno / comiéndose las uñas / desde que le pusieron nombre. / Si yo fuese un ratón / preferiría / perder mi cola en la trampa / antes que mi queso”. Lo mismo sucede con el desgastador curso de los días, con su paulatina pérdida de nuestra vitalidad, nuestra voz y nuestra sensibilidad. Frente a esto último, los poemas aquí reunidos son chispas que en cada relectura surgen reavivadas, dotadas de un resplandor completamente nuevo.
Valeria Tentoni, Antitierra, Neutrinos ediciones, 2016, 70 págs.
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