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Toda una oportunidad, la reedición de ¡Cavernícolas! nos recuerda que este libro medular dentro de la obra de Héctor Libertella es también (o principalmente) uno de los grandes gritos-acontecimientos de la literatura argentina. En su contemporaneidad, por ejemplo, comparte con ¡Albania, Albania! de Osvaldo Lamborghini o incluso con Minga! de Jorge Di Paola (también incluido en la colección dirigida por Ricardo Piglia), la creación de una carto-pathografía exploratoria: aquí, la caverna como el espacio de intimidad a- o presubjetiva, restada al yo, propia de los artistas bárbaros, aquellos irresponsables (en principio por analfabetos adoradores de imágenes, de ahí la literalidad concreta de su poética) guardianes de la siempre joven tradición vanguardista, ancestral culto de lo nuevo sin tendencia.
Compuesto por tres obras aparentemente tan (o tan poco) vinculadas como lo permita la reconexión de sus dispositivos literarios y referencias a los más esquivos procesos de lectura, ¡Cavernícolas! invita a navegar un lenguaje que subraya la literalidad de su propia desventura en “La historia de historias de Antonio Pigafetta”, la sobriedad del delirio (“ya de madrugada él terminó dictándome muy poco de su vida real y yo copiándole casi todos los excesos”) en “La leyenda de Jorge Bonino”, y el balbuceo de toda sintaxis estrictamente primitiva en “Nínive”.
Pero la actualidad de ¡Cavernícolas! (su fidelidad al grito bárbaro, su acontecimiento) no es tanto confirmada por esta reedición como por las sucesivas reescrituras realizadas por Libertella con posterioridad a la publicación original en 1985. Insistentes, estos relatos pueden por ejemplo reencontrarse, con diversa visibilidad, en El árbol de Saussure (Adriana Hidalgo, 2000) o en La arquitectura del fantasma (Santiago Arcos, 2006). En el caso de “Nínive”, la dificultad al intentar llevarla al inglés requirió una pneumática revisión completa (“parece mentira cómo la reescritura puede cambiar hasta la condición pulmonar de un personaje… Como si fuera una actividad que le da pneuma a las cosas”, dirá luego Libertella) para desmentir con su versión sencilla, Diario de la rabia (Beatriz Viterbo, 2006), la patología de volverse intraducible.
Afortunadamente, la nueva edición permite recuperar la cualidad mágica de la caverna, cuya llama sólo parece regresar difiriendo consigo misma en cada reescritura: primitivos y modernos serían los lectores del futuro, “lectores sintéticos pinchándose las venas con una lapicera Parker”, imaginados o esperados por Libertella ya no por efecto de viaje y palabra valija sino por invocación y letra heroína. Porque finalmente, como advertía y recordaba Libertella a Lorenzo García Vega una tarde de 2005, la literatura “es trans, es trans, es trans”.
Héctor Libertella, ¡Cavernícolas!, Fondo de Cultura Económica, 2014, 128 págs.
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