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Desdoblamientos geométricos, travestismos fantasmagóricos, transformaciones sobrenaturalmente naturales y pasiones condenadas a la tragedia póstuma: de esas alquimias nacidas tanto de la melancolía como de la precisión matemática se han alimentado siempre las narraciones de Carlos Schilling (Sunchales, Santa Fe, 1965), que en Disfrazado de novia se reproducen con ánimo de summa sintética y a conciencia, pero también de tránsito y dispersión.
Puede que sea el asimétrico vestuario de la estructura total de Schilling que permanece, pero lo cierto es que los ocho relatos (un ocho, justamente, tanto avance conductual como retroalimentación perpetua, mapa y recorrido) se inclinan como elegantes y frágiles fichas de dominó hacia lo imprevisto, la libertad, la entropía y la fuga hacia delante, desbaratando un posible orden de arquitectura impermeable como el que habitaba Experimentos con seres humanos (2013), la novela-de-relatos que versaba sobre la dinastía enciclopédica de los Staub.
Si la sistematicidad existe, hay que adivinarla en chispazos, intermitencias, gestos inquietos que responden a una usina camuflada y en permanente invención: ahí están la víctima espectral de una despedida de soltero que no termina nada bien de “Disfrazado de novia”; la ex pareja ominosamente vandálica que acecha al amante circunstancial de Lucía Daus/Lucas Daus en “Mutemos juntos”; el periodista proporcionalmente encandilado por las modelos Sol-Selena en un segmento temporal de superficie elíptica en “El dilema Sol-Selena”, o el hombre que mantiene un estrecho lazo (senti)mental con Susanna Hoffs —la cantante de The Bangles— mientras padece una real pero errática relación con una mujer parecida a Hoffs en “El novio secreto de Susanna Hoffs”.
“El rey del ping pong”, la tan nostálgica como hilarante evocación de una anécdota familiar que hace tambalear la figura incólume del padre experto en ping pong y culmina con el descubrimiento de una leyenda oculta de torneos provinciales, un relato dos-en-uno de intro majestuosa y fade out escapista, hace de reflejo del libro en su conjunto: tras sobrevolar los tópicos de su narrativa, Schilling tuerce hacia la autoficción: en los últimos cuentos, “Así era la nieve”, “El lenguaje privado de Lorenzo Deus” y “Visita a la mujer imposible de mi escritor favorito”, Disfrazado de novia se gira hacia su creador, desnuda un cuerpo imposible y roza un límite que es también un nuevo comienzo: situado en un futuro cercano en el que Silvio Mattoni ostenta un Nobel a su nombre, el relato final da a Schilling por muerto, situación que lleva a su lectora más fervorosa a ir en busca de aquella mujer a la que el escritor le profesaba una devoción platónica radical: la mención a W.B. Yeats, que sufrió un amor no correspondido afín, guiña el verso del poeta “Queridas sombras, ahora lo saben todo”, que hacía de epígrafe de la novela Mujeres que nunca me amaron (2007).
En Disfrazado de novia, Schilling se acerca un paso más a esas tinieblas, confía a la vez que rastrea en ellas una verdad (la de la forma, la imaginación, el misterio entre vida y obra) a cambio de mutar como uno más de sus personajes, conversión que espera su flamante e incierto disfraz.
Carlos Schilling, Disfrazado de novia, Nudista, 2016, 160 págs.
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