Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
Dos sherpas, uno joven y el otro maduro, observan desde el borde de un precipicio el cuerpo recién estrellado de un turista inglés. La escena es de una inmovilidad casi pictórica: los sherpas no se mueven, apenas hablan. Los enmudece el silencio del Everest, uno de los pocos lugares del mundo donde el hombre todavía es un animal minúsculo e irrelevante. Quizás por eso, porque el paisaje es indiferente, la escena está impermeabilizada contra la tragedia. Lo que se despliega a partir de ella recusa el tono dramático; la trama termina componiéndose sobre una estructura fragmentaria, menos una narración que una galaxia de bolsillo.
Si se entiende la narración como una crónica de hechos y acciones, entonces la narración que ofrece Dos sherpas es magra. La escena del precipicio no promete ningún relato, al menos no un relato en el sentido tradicional, ni se comporta como el primer eslabón de una ristra de episodios. La novela de Sebastián Martínez Daniell se dispersa en bosquejos históricos de las primeras conquistas del monte, biografías de alpinistas occidentales, comentarios sobre la situación gremial de los mal llamados “porteadores”, viñetas del Julio César de Shakespeare, monólogos filosóficos resecados hasta la apostilla, comparaciones entre los dos sherpas y ciertos referentes del impresionismo francés… El etcétera se impone solo.
Incluso queda espacio para que se cuenten las vidas anteriores de los dos personajes principales. Lo del sherpa joven es apenas un inventario de pérdidas familiares, indefinición vocacional y compromisos estudiantiles. La prehistoria del sherpa maduro se extiende bastante más, a lo largo de segmentos en los que reinan la morosidad y el detalle. En este último caso, el efecto de lectura se vuelve paradójico: por transitados, por obedientes a protocolos literarios ya establecidos, los segmentos del sherpa maduro terminan dislocándose del resto y ganando extrañeza.
Con una estética propia, que busca el filo del lenguaje a partir de un uso irreductiblemente personal del vocabulario, Dos sherpas persigue la estela de otros libros recientes —Bellas artes (2011), de Luis Sagasti, Nocilla dream (2006), de Agustín Fernández Mallo, y Leñador (2013), de Mike Wilson, por citar tres ejemplos iberoamericanos, cada uno con sus hallazgos y vicios específicos— que privilegian el ensamblaje nebular, la coexistencia por derramamiento de materiales narrativos sin relación aparente. El resultado de este tipo de proyectos suele oscilar entre la ampliación de las posibilidades de la novela y la denuncia, intencional o fortuita, de sus limitaciones. La respuesta que Dos sherpas da a esta disyuntiva está atravesada por la misma perplejidad que sus personajes sienten al ver el cuerpo roto allá abajo, al fondo del abismo. Una incógnita que queda lejos, un misterio que obliga a un descenso difícil y peligroso.
Sebastián Martínez Daniell, Dos sherpas, Entropía, 2018, 210 págs.
Toda una vida puede transcurrir en los pocos días que alguien pasa en un pueblo desconocido. Esa es una de las premisas de Aunque no queramos, novela...
Provisto de una capacidad única para trenzar tripa y escritura, para gestionar una emoción tan calculada como potente, Pablo Ramos (Avellaneda, 1966) sale al ruedo una...
Un personaje es un extraño movimiento bifaz: se hace hacia adelante, por desarrollo y duración del lenguaje, pero en ese avance también se hace hacia atrás, compartiéndonos...
Send this to friend