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Cada hora es única, al punto de que una decisión, azarosa muchas veces, puede cambiar un destino y ser la diferencia entre la vida y la muerte. Como tomar un barco en lugar de otro destinado a hundirse, o abandonar París y huir a América cuando los alemanes toman finalmente la ciudad. Ahora, las fotos esparcidas sobre una alfombra persa dialogan entre sí. Cuentan la historia fragmentada, llena de lagunas y silencio, de una familia judía, la de la poeta Sara Cohen, cuyo abuelo decidió escapar con toda su familia cuando el cerco sobre los judíos empezaba a cerrarse.
El azar del recuerdo se entrama en la saga familiar que Cohen viene trabajando en libros anteriores (Puertas de París, 2000; La oportunidad, 2012) y es un eslabón más en la historia de la rama materna, donde incluso aparece de soslayo la presencia del padre, que había sido central en otro libro, Escena con cartas (2003). A través de viejas fotos familiares (incluidas al final del libro), los poemas abordan fogonazos de una gesta cuyo germen se entrama en el origen del nombre y el traspaso de las lenguas (el hebreo, el francés, el español de Buenos Aires), una historia de traslados, separaciones y reencuentros. En un orden no cronológico sino tramado por el azar en el que las fotografías van apareciendo, los poemas restauran la genealogía del que escribe, la incluyen y la proyectan al futuro.
La tía Martha viene de París y obsequia a Sara un sobre con fotografías, en su mayoría anteriores al nacimiento de la narradora; luego aparecen otras, como esa de 1956, donde Sara es un bebé en brazos de su madre y donde posan tíos, abuelos y, más atrás, el padre.
Las fotos se manipulan, se las lleva consigo, se las mira con distintas luces, distintas perspectivas, como queriendo atisbar algo detrás de la pose solemne o la sonrisa armada, bambalinas de una felicidad que esconde las vicisitudes —muchas veces dramáticas—, el caos propio de la vida. Para eso están las fotos, para exhumar sucesos, para arrancarle nombres al olvido, “hay que tocar el papel / para saber si es verdad / que eso alguna vez aconteció”.
La poeta examina las fotos buscando la trama oculta —o la desconocida o silenciada— de su historia, y sin embargo, como apunta Jorge Monteleone en el revelador posfacio, “Es en lo imaginario del poema donde a la vez se restituye un tiempo perdido y se pierde la vida misma por la interpósita imagen”.
De una tarjeta postal que en 1924 la abuela envía a su novio desde Esmirna a Milán (“mi madre nace / en Milano / diciembre 1924”), se pasa a una fotografía de los padres veintidós años después, el día de su casamiento en Buenos Aires (“los desvaríos del recuerdo / o los amores / y sus recuerdos / dibujan ilusión de continuidad / para lo que es fragmento”). La memoria tramada a través del recuerdo, lo que dicen y ocultan las fotografías, los relatos de las voces dispersas, son también un “invento memorioso”.
El poema permite no sólo reescribir el pasado sino hacerlo presente; mediado por las fotos, hace posible revisitar lugares, crear continuidades, unir fragmentos, conversar con los muertos y preguntarles cosas, y hasta conjeturar otro futuro: “tan sólo con cruzar / bien la calle / mi madre podría / no haber muerto / el día en el que / murió”.
En la fotografía hay una abolición del tiempo que el poema reactiva donándole un espacio para alojar la historia, un relato que no es lo acontecido (que es irrecuperable), sino el que existirá a partir de ahora: “hay que cambiar de día / y de hora y de lengua / para contar esa historia / que huye de todo relato // dejarse ir / por un hueco oscuro / y callar / hasta que surja / un murmullo / de esa historia / que se cuenta sola / casi sin nuestra pluma”.
La violencia principal, como dice Emmanuel Lévinas, consiste en interrumpir la continuidad de las personas. A través de versos breves, precisos, el recuerdo sobreviene en este libro como líneas luminosas que proyectan los faros de los autos sobre el techo de una habitación (la imagen es de uno de los poemas), dando al tiempo arrasado otro presente, devolviendo a las voces calladas la posibilidad de hablar.
Sara Cohen, El azar del recuerdo, Paradiso, 2021, 80 págs.
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