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Si 1940 fue el año señalado por los popes del campo literario argentino como el del inicio de la literatura policial en este país, el académico e investigador Román Setton viene a subsanar este malentendido con la edición crítica de doce cuentos –escritos por distintos representantes de la Generación del Ochenta– que aparecieron en revistas y diarios de la época, formando una trama discursiva con las noticias policiales, muchas veces disparadoras del texto ficcional.
Esta compilación recupera toda una escritura decimonónica, novelesca y naturalista, deudora del gótico alemán y del policial inglés, de aquellos autores que, uniendo alta y baja cultura, captaron el shock que la explosión demográfica produjo en la subjetividad.
Para su antólogo, 1877 es la fecha del “inicio del género policial en la Argentina”. Pero recorriendo la lista de los ocho autores elegidos, nos encontramos con que dos de ellos son uruguayos, lo cual habla de una conocida operación de la crítica argentina de apropiación de autores y textos orientales para su tradición. En este sentido, este cuidadoso trabajo filológico de confrontación de las primeras ediciones no es la excepción.
Crimen y política inauguran la selección, con la crónica de la investigación que desnuda a los culpables verdaderos del asesinato del “Chacho” Peñaloza, escrita por José Hernández, el autor del Martín Fierro, a quien por este motivo cabría ubicar como antecedente del género de no ficción inaugurado por Rodolfo Walsh.
Carlos Olivera y Carlos Monsalve incursionan, a la sombra de Poe, en el terror gótico. En el cuento del primero, un científico loco experimenta con la psiquis de una joven viuda, mientras que en el del segundo, la obsesión amorosa convierte al protagonista en un autómata alienado, capaz de comprender los mensajes del futuro.
En los siguientes textos aparece ya una clara conciencia del género, con el personaje del detective definido en sus rasgos de pleno observador, verdadero rastreador de huellas, de una inteligencia que sobrepasa el común pero con las características propias de la narrativa rioplatense, tal como lo expresa el cuento del uruguayo Vicente Rossi, casi un manifiesto de los modos propios de narrar.
Paul Groussac, Eduardo Holmberg, Félix de Zabalía y Horacio Quiroga completan la serie, situando sus historias en distintos escenarios, como el campo bonaerense o la ciudad canalla con sus personajes del hampa que tan bien supo retratar el tango.
La crítica muchas veces nos descubre textos injustamente olvidados, con una mirada que reordena la historia cronológica del género. Sólo faltaría abandonar el paradigma colonialista a la hora de clasificarlos. Horacio Quiroga estaría muy agradecido.
El candado de oro. 12 cuentos policiales argentinos (1860-1910), edición, introducción y notas de Román Setton, Adriana Hidalgo, 2013, 270 págs.
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