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Dice Cynthia Ozick en “Ella: retrato del ensayo como cuerpo tibio” que el ensayo es el movimiento de una mente libre que juega y que, aunque esté escrito en prosa, está más cerca de la poesía que de cualquier otra forma literaria. “Igual que un poema, un ensayo genuino está hecho de lenguaje, de personalidad, de un estado de ánimo, de temperamento, de agallas, de azar. Y si hablo de un ensayo genuino es porque los falsos abundan”. El color favorito de Valeria Tentoni (escritora, poeta, abogada y editora) es ni más ni menos que uno de esos ensayos genuinos: un ejercicio exploratorio donde no se trata de demostrar una idea ni de convencernos de algo sino de ir tirando juntos, como en un baile, del ovillo del pensamiento. Es también la bitácora de formación de una lectora y escritora, en la que se entrelazan con elegancia las dos tramas principales de un aprendizaje: el oficio de la entrevista y el encuentro con un maestro literario. Con destellos de humor y un desapego vital, místico de a ratos, con citas a los grandes maestros de la filosofía oriental (Lao Tse, D.T. Suzuki, el I Ching), la narradora va indagando en la naturaleza de las preguntas y nos entrega en el camino breves piezas de sabiduría y observación que bien podrían formar parte de un libro de poemas: “Una pregunta es la gota blanca en el pez negro del taijitu; acto seguido la gota negra en el pez blanco que escapa por el río, y ahora es la respuesta” / “la pregunta es una linterna de luz impropia; una luna antes que un sol” / “En la guerra suave de la entrevista las rendiciones traen descubrimientos”.
A medida que avanza en su práctica como entrevistadora (no sólo de escritores sino de toda clase de personas: “médicos, vedettes, actrices, coleccionistas, comerciantes, luthiers, niños violinistas, adultos violinistas, familiares de personas de genio, y personas de genio también”), la joven aspirante a escritora recibe con avidez el conocimiento que comparten con ella, quiere aprender, robarles sus secretos, y en esa dedicación sostenida aprende a pulir las preguntas como un diamante, pero sabe que, en el fondo, la suya es una búsqueda infinita, y que su trabajo es a la vez el más bello y el más difícil del mundo. Algunos entrevistados aparecen brevemente perfilados en dos o tres rasgos encantadores (los viudos que se acompañaban al cementerio para llorar, el pianista que ha tocado para los últimos príncipes del mundo, la “poeta mayor” que aborrece la cursilería). Pero es el entrevistado principal, el maestro —cuya identidad, junto con la de todos los demás, solo se revela en la acertadísima nota final de la autora— quien se roba nuestro corazón. “Monstruo dulce”, “bigotes de alquimista”, El color favorito también es un homenaje amoroso y agradecido a quien ha compartido generosamente su don. Un libro compacto y profundo, que se lee con placer (y también con el impulso absurdo de subrayarlo todo), hecho de la misma materia que la poesía y que despliega sus mismas virtudes: la incerteza como condición de posibilidad del conocimiento verdadero, la condensación y la exploración de un espacio personalísimo con las herramientas más finas del lenguaje.
Valeria Tentoni, El color favorito, prólogo de Daniel Saldaña París, Gris Tormenta, 2023, 136 págs.
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