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El hombre de las ideas, la primera novela de Pablo Schiaffino, nos presenta la atribulada existencia de Alfredo de los Palotes. Alfredo es un economista que descubre gradualmente las limitaciones de su ciencia para ofrecerles respuestas a las frustraciones que le depara su vida cotidiana con especial predilección. “En mi cabeza se sucedían escenarios donde estudiantes y académicos respetados comentaban mis ideas en los claustros de todo el mundo”, dice. Y contra este sueño inagotable, que ciertamente acecha a toda una generación de clase media entusiasmada con la posibilidad cada vez menos certera de ascenso social por medio del estudio —pero no del trabajo—, se despliega la historia del protagonista y narrador.
La novela empieza no con un hecho puntual de la vida de De los Palotes, sino con una exposición de la teoría de juegos, una de las piedras fundamentales no sólo de la economía mainstream en la que está educado, sino también de lo que es —y él mismo lo reconoce— “una forma de observar y comprender el mundo”. A la manera de diferentes ilustraciones de esa cosmovisión, los episodios intercalan fragmentos de teoría económica y los encuentros de Alfredo con diferentes personajes a los que somete a un riguroso escrutinio. En este contrapunto entre ideas y personas, conocemos a su esposa (“ser descarado envuelto por un dogma de otro tiempo”) y a sus suegros (“binomio patético”); la historia de la quema de brujas y su relación con el clima en países africanos; la topología de la contratación laboral; Duco, el economista de la city que “tenía cuerpo de humano y cara de conejo”; Olivera, el alumno desencantado con la hipocresía de la universidad, y así sucesivamente.
Mientras sus ideas intentan ordenar el mundo de acuerdo con cálculos racionales y estrategias, la realidad de su universo humano se le aparece siempre grotesca y deforme. Esa tensión no se resuelve más que en una acumulación sistemática de frustraciones: las trayectorias subóptimas de los personajes enfrentan a Alfredo todo el tiempo a su propia insignificancia. De nada le sirven sus lecturas; la existencia se le revela aleatoria y él, a los lectores, como poco más que un envidioso. El desgaste de las convicciones analíticas de De los Palotes lo conduce a una crisis que tal vez sea el interrogante más poderoso y actual de la novela: ¿cómo actúa el hombre de ideas cuando esas ideas se muestran insuficientes para comprender una dimensión humana que las desborda? En otras palabras, ¿qué hacer cuando las profecías fallan?
“Gris, amigo mío, es toda teoría y verde el árbol dorado de la vida”, dice Mefistófeles a un estudiante en el Fausto de Goethe. La primera novela de Schiaffino pinta algunos de los tonos que ese verdor tiene en una metrópolis latinoamericana en los albores del milenio.
Pablo Schiaffino, El hombre de las ideas, Dakota, 2016, 232 págs.
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