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Hay un barroco del pensamiento que se hace palabra en el ensayo sobre poesía: riza el rizo del verso y del poema, lo analiza y lo traspasa, pone a jugar su léxico, sus metáforas, sus modos, lo enlaza a una tradición o, por el contrario, lo pone a chocar con otras ajenas, para ver la chispa que de ahí salta. Siempre, piensa su propio lenguaje desde lo literario, lo inesperado, el sesgo que hace algo nuevo: al pensamiento, a la estética, a una poética determinada. Uno diría: la continuación de la poesía por otros medios.
Se trata siempre de lectores apasionados, que fluyen con los textos y también quieren marcar la estela de esos flujos, compartirla, debatirla, continuarla, darla a leer. Así este libro de ensayos, reseñas, comentarios de Luis Chitarroni.
El libro estaba encaminado, y los editores, como un legado a la vez precioso y necesario, lo continuaron después de la muerte del autor. Podemos decir que es un pensamiento vivo: a la vez coyuntural y erudito, nos da a leer lo que la época, por medio de este lector privilegiado, ve en ciertos textos, cómo arma las genealogías y derivas, sobre qué valores o lecturas trama sus ecos. Desfilan en ese recorrido poetas foráneos, de la tradición en lengua inglesa, tanto como locales: Moore, Ponge, Lugones, Raschella, Viel Temperley, Carrera, Kamenszain, entre otros, y una entrevista a Perlongher.
Son siempre anotaciones certeras, tramadas en la sutileza y los matices de un manejo diestro del idioma, a la vez que un trabajo de socavamiento de lo dado, para poner a circular otros modos de leer: desde lo ya dicho a una nueva visión de estas poéticas. No se trata entonces, por dar un ejemplo, de la política en Leónidas Lamborghini, sino primero del lenguaje disecado, y su contrapunto con el horror vacui de Osvaldo, o el linaje de traducción de Girri para sorprender con el poema que se piensa a sí mismo, o una reseña de la publicación de Hilda la polígrafa, de Pizarnik, que hace un contrapunto, temprano, entre la poesía pura y los textos póstumos. No es eclecticismo, es cada vez una mirada y un oído atentos a la particularidad de cada estilo, con consideraciones muy finas sobre la constitución del verso, las rimas, los sentidos, que lo lleva incluso a armar una genealogía de mujeres y predecir lo que vendría después: generosidad, perspicacia, apertura de visión.
Hay también ensayos más generales, o que hacen un marco general sobre, por ejemplo, la traducción, o el ritmo y la rima, y que llevan siempre, como los otros, de la sorpresa a la revelación, y siempre a las ganas de leer, leer siempre más, a Chitarroni y a aquello que Chitarroni lee. Pero ¿no era eso la literatura?
No se podría haber deseado mejor legado de una vida dedicada a la literatura, a los libros, a la lectura y el pensamiento: una piedra, preciosa, en la cadena de los textos, un regalo que es un mapa que señala caminos pasados, y, aunque diga “¿se puede apelar a una noción histórica del poema o es sólo una pregunta retórica? Sé que el momento en que uno lee ciertas cosas determina para siempre la raigambre semántica y la radiación simbólica de tal lectura”, se abre a las lecturas por venir.
Luis Chitarroni, Enemigo pudor, Seré Breve, 2023, 150 págs.
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