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Los desplazamientos espaciales han sido clave en la obra de Diana Bellessi y este nuevo texto no hace más que confirmarlo. La centralidad del territorio, del terruño para ser más precisos, es evidente cuando nos adentramos en Fuerte como la muerte es el amor. Una elección vital (restablecer parte de su residencia en su lugar de origen) se hace a un tiempo decisión estética, porque, como ya saben sus lectores, para Bellessi vida y obra corren juntas.
Esta vez el espacio es la llanura santafesina de la verde y sojeada Zavalla, donde la mirada recuperará parte de su pasado remoto y al mismo tiempo se asombrará de los instantes que la visiten: el alfilereo de pájaros entre las ramas, el abotonamiento de las flores en los jazmines, las ráfagas azotando las copas, las tormentas, los bichos, las ranas, la gente nueva y antigua que conforma la vecindad, esa linde impostergable e infranqueable que tanto ha nutrido su poética.
A primera vista, podría decirse que estamos ante un libro de reflexión y cierre, donde la voz comienza un diálogo final consigo misma. Pareciera que este retorno al pago implica la consagración de una herencia que se obtuvo únicamente mediante un perfeccionamiento en la lejanía y que sólo puede culminarse con una coronación en el centro de su fuente: “sí, ese / libro que me espera es la ventana mayor, le da aire / a mi vida le da sentido / cuando día a día te asedia y te torea con belleza / inigualable, ese libro sin nombre que llamo / Zavalla, simplemente Zavalla, y viene hoy con su fuerza, / el hoy que arrastra setenta años de vida, casi toda / mi vida en diagonal a las moreras donde se alza la / chacra, las ruinas de mi infancia”.
Pero no hay que engañarse, la invocación de la figura del Uróboros, con su boca y su cola en intersección permanente, horada el muro de la muerte y franquea esa holgura que intuimos ciega. Aun apagada, la voz continuará en la circulación del cosmos: “en la orilla del viento / de esta primavera / casi tierna / o final el vértice / de invierno / donde se abren las sedas / previas a setiembre, / las sedas de la materia con que se hace el corazón”. Y este énfasis en la persecución del ser, aunque humilde y piadoso, se torna vigoroso y decidido como la ambición de lo vegetal que rodea a la voz y con la que ella se identifica: “feliz como un meteoro ardiente y // perdido en la cabeza de este bosque / sin fin aunque no hay nada / más que el verde de la voz adolescente”.
Al mismo tiempo, la vitalidad que insufla cada uno de los cincuenta y seis poemas se manifiesta en modo irreverente al reafirmar una postura estética llevada al extremo de sus posibilidades. Una de las batallas más denodadas de la poética de Bellessi es en defensa silenciosa y desguarnecida de la emoción por lo próximo. Sólo esta fe y este impulso irrefrenables pueden cantar el instante: “De un rojo bermejo la luna llena sale / por los cielos del este como un huevo / de avestruz que acabara de romperse / y derrapa lentamente dando / al ojo un sagrado pasmo // de emoción intensa en las afueras / del pueblo mientras las aves dicen / sí o dicen no a la belleza final / de la gloria y un perro orina feliz / en la banquina ajeno al milagro // que ya se va como abril se va / por el rosado pudor al rojo punzó / de un corazón maduro que sí, sabe”.
Este no es un libro de conclusiones sino de continuidades, contigüidades, sucesiones y persistencias. El hecho de saberse mortal no limita ni atemoriza a la voz. Todo lo contrario, la inviste de una singularidad irrepetible dentro del torrente. Así, la comunicación entre pasado y futuro —como la de padres, madres, hijos e hijas; animales, minerales y plantas; palabra, poesía y mundo— tiene lugar en las series de ocupaciones que, mientras el universo insista en su incendio, compondrán la red sin fin que mantiene vivo a cada hilo: “aunque todo parezca que sigue bien y la vida es bella / y es eterna y seguirá cuando me haya ido / indiferente ante mis huesitos perdidos y el ansia / de mi alma que se habrá fundido en las grandes / aguas para siempre”.
Diana Bellessi, Fuerte como la muerte es el amor, Adriana Hidalgo, 2018, 96 págs.
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