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“Por suerte / me preparé toda la vida / para un momento así”, dice uno de los poemas que componen este nuevo libro de Osvaldo Bossi, y el poeta nos hace saber que, en lo que hace a la recepción del amor, ha tomado partido por los arreglos previos. De este modo, la espera de lo amado se nos presenta como el summum del trabajo que nos compete en tanto humanos, y acondicionar el cuerpo y el alma para tolerar su llama y su hielo, su candidez y su aspereza, resulta no sólo un medio para un fin, sino un anticipo de ese fin.
Eli (Elías) llega al presente del amante y se aloja en la estancia de espejos aterciopelados que le han construido. Igual que con el poema, el poeta enamorado actúa en la ceguera durante días, meses, años aguardando el arribo de aquel que dará la parte que falta a la obra. Pero es precisamente en esa relación ausencia/aparición donde el libro surge: en la conciencia agridulce (aunque no por eso menos feliz) de saber que el amado es mitad cuerpo, mitad visión; en la entereza fugitiva de la belleza, tan bien cifrada en el arte del haiku: “¿Hay algo más hermoso / que el cuerpo de Eli? Sí, el cuerpo / de Eli cuando no está”.
Si bien la obra de Bossi ha sido una apuesta constante e irrenunciable al cultivo de una poética del amor (tanto de Eros como de Himero), en Gurí se realiza un desplazamiento contemplativo hacia los puntos tangenciales del encuentro de dos mundos. La mirada puede acceder a lejanías próximas y decir “Bendito el rocío / que se junta / en los brazos de Eli” o “(el ancho horizonte sí / y las olas plumosas o furiosas, vistas / a través de sus ojos)”, porque el fuego del lazo entre la energía (Eli) y la experiencia (Osi) flamea más allá de las zonas de contacto.
Ir más allá del nosotros exclusivo del amor hacia un nosotros que abarque a quien se arrime a entibiarse con sus llamas se convierte en la tarea del poema. Esto implica que la clave lírica se esclarezca y se aligere al punto de devenir murmullo de pájaros en la mañana, o como bien se confiesa en “Pío pío”: "un pájaro habla / toda la noche, todo el día / en mí, hace esto de mí”. La fulguración del yo, antes que diluirlo, lo esparce en la propagación de la buena nueva que debe cantarle al mundo: “es la hermosura de un chico de 24 años / barriendo con sus labios la oscuridad”.
Porque la oscuridad que el amor barre en la vida coincide con la que el poema extirpa de la lengua. Este despojo ablanda la gola, y las palabras fluyen sabiendo su destino de fugacidad y se comportan como peces en la corriente del decir, soltando sus brillos, desafiando los saltos y las piedras, como si fueran inmortales. “A veces creo que todo en el mundo / es Eli, y a veces creo que Eli / no está en ningún lugar”, se plantea el amante y a través de ese descubrimiento se configura la expansión que el poema busca, creando anillos que, desprendidos de su música amatoria, diseminan el ardor hasta su agotamiento, como el cigarrillo del amado cuando se posa y se quema lentamente sobre su boca.
Osvaldo Bossi, Gurí, Patronus Ediciones, 2023, 64 págs.
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