Historia del dinero

Hay un tiempo de la dictadura antes y después de la dictadura. En su tríptico de novelas sobre los años setenta, Alan Pauls busca redefinir los contornos de una época que se resiste a volverse histórica. Más que del terremoto propiamente dicho (el terrorismo de Estado y su máquina genocida), de lo que se trata en Historia del dinero es de los movimientos tectónicos que lo preceden y de la violencia de sus réplicas. Brillante culminación de la serie que incluye además Historia del llanto e Historia del pelo (y que podría leerse a la luz de la virtual trilogía que forman La experiencia sensible, En otro orden de cosas y Urbana de Fogwill), esta novela se adentra en un territorio hasta ahora poco explorado por la ficción: la economía política que dio pie (y cuyo modelo sobrevivió) a la última dictadura.

En el centro hay una familia cuya historia es contada a través de la presencia que el dinero tiene en la vida de sus miembros. Hijo de un padre jugador que alterna entre el casino y las cuevas de la especulación financiera, y de una madre que dilapida una pequeña fortuna heredada en la construcción de una casa que es un verdadero despropósito, el protagonista se la pasa tratando de entender qué es lo que le da valor a la plata y cómo ella define el valor de las cosas. Esta incógnita casi metafísica adquiere su máxima expresión cuando el narrador evoca la seguidilla de secuestros de empresarios que llevaron a cabo las organizaciones guerrilleras en los años previos al golpe. “Si no hay un metro patrón –dice–, un principio de valor que haga de medida para el rescate –por demencial que sea–, no hay más remedio que medirlo en lo peor: en vida humana. Y en ese caso, ¿cómo saber si lo que se pide es mucho o poco?” El rescate exigido por los hermanos Born es el ejemplo paradigmático. Con perspicacia, Pauls advierte allí la coexistencia de dos ciclos inflacionarios: el “Rodrigazo”, el brutal ajuste implementado por el ministro de Economía Celestino Rodrigo en junio de 1975, que desencadenó la primera hiperinflación que hubo en la Argentina, y los cinco millones de dólares que los montoneros pidieron cuando secuestraron a los hermanos Born, comparados con los cuarenta o sesenta millones –las versiones divergen– que cobraron cuando estos fueron liberados.

La hiperinflación y la muerte periódica del signo monetario (en poco más de veinte años, circularon en el país pesos moneda nacional, “pesos ley”, pesos argentinos, australes, pesos a secas) le permiten a Pauls explotar la vena grotesca del descalabro económico. Así, el protagonista pasa de alucinar en su adolescencia que el precio de la lechuga se multiplica por años luz en la pizarra de una verdulería, a volverse con las manos vacías, durante la hiperinflación de 1989, de un corralón de materiales donde le dicen: “No tenemos precio”. Al igual que en Arlt, el dinero no es más que la ficción, el simulacro –o como diría Marx: el enigma– del valor, y esto Pauls lo comprueba en situaciones donde su lógica es llevada al límite. Escrita con la exquisitez a la que su autor ya nos tiene acostumbrados, Historia del dinero logra aplicarle a un material cambiante, muchas veces desfasado e inactual, y por ello relegado de la ficción, la más fructífera convertibilidad narrativa.

Alan Pauls, Historia del dinero, Anagrama, 2013, 208 págs.