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Tal vez podría decirse que todos los libros, todas las historias, son de amor. Pero este no es un libro más de amor. Y eso no es —acaso solamente— por el “no” que cierra el título. En todo caso, en toda historia de amor, podría decirse también, hay un no. ¿A dónde va el “no” en una historia de amor? Un “no” al comienzo imposibilita, cancela la combustión, es un fuego que nunca se enciende por falta de oxígeno. El “no” puede estar salpicado en el medio de una frase hecha, como cuando Víctor Schlovsky lo dejó caer en medio de sus Cartas de no amor. En cada uno de estos casos se produce un relato distinto. En el primero, una historia frustrada. En el segundo, una historia interrumpida. Anahí Mallol pone el “no” ahí, al final, cuando la historia de amor existió y llegó a una conclusión.
Después de haber trabajado con precisión el desdoblamiento del yo y el otro (o la otra, más bien) en una serie de poetas que van desde comienzos del siglo XX hasta la más fresca actualidad, después de haber caminado el yo lírico sobre adoquines con taco aguja en equilibrio inestable, como todo poema que se precie, el sujeto aquí, en Historias de amor no, se multiplica.
Esta es una poesía en tercera persona, una poesía de alguien que, más que contar una historia ajena, percibe al otrx desde un lugar íntimo, subjetivo, pegado a la nuca, como un Flaubert a Madame Bovary. ¿Quién es, entonces, protagonista de estas historias de amor (no)? ¿Qué sujeto lírico las motiva, las moviliza? Contra toda teoría, diría que hay un yo, un yo de origen si se quiere, que no es la persona de la autoría, que deja rastros de experiencias, de lecturas, de modos de ver y de poner atención a ciertas cosas del mundo. Pistas que pueden rastrearse en libros previos, en poemas anteriores, en el tono justo, medido, que pega el zarpazo ahí donde cuaja.
¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? Básicamente hablamos de estar vivos, diría Julia Kristeva. Anahí Mallol habla de amor en múltiples formas, en múltiples historias. El amor aquí —y aquí es el terreno de la poesía— es un significante que navega distintos sentidos: amor pasión, amor filial, amor amistad, amor trunco, amor eterno, amor, amor. El amor es, ante todo, una creencia, una fe: “se aman o eso creen”, comienza el libro. Y en esa fe se sostiene el flujo de esa corriente que no para, que, sí, termina, pero vuelve a comenzar en una siguiente prosa poética, en una síntesis de lo que pasa entre dos, entre tres o más también, para encender ese ciclo de ilusión y desencanto.
Aunque no siempre. Hay amores que se ondulan en el tiempo. Se acompañan, se observan y se admiran. Se leen y se aprenden hasta que encajan y se produce el clic mágico. Eso pasa con el arco que traza la poesía —la obra— de Anahí Mallol desde sus comienzos hasta hoy. Y sigue creciendo.
Anahí Mallol, Historias de amor no, Bajo la Luna, 2021, 64 págs.
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