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Incompletud, la última novela de Blanca Lema, propone un viaje hacia la recuperación de la identidad a través de los pliegues que quedan en las cosas. Entre vestigios, recorre la historia de tres generaciones que a su manera resignifican los lazos y recrean formas de la maternidad, de la invulnerabilidad y del erotismo. Roja, la protagonista casi adolescente casi omnisapiente, habita con su exuberancia verbal un mundo pospandémico que asume nuevas naturalezas. Pero las derivas de la identidad y la memoria no conspiran solas sino en el hilo de la conversación con entrañables personajes; todos ellos arrastrados por un torbellino de incompletudes que, al encontrarse, preguntan su forma, afirman su singularidad, logran imaginar sus supervivencias. En esas maquinaciones, conjuran sus duelos mediante el humor y el juego que ni los aislamientos ni las esquirlas de la historia pueden quitarles.
Siguiendo un método que esta autora maneja con maestría tanto en su poesía como en su narrativa, esta novela logra traspasar lo real recurriendo a la aparente inconsistencia de lo verbal para crear desde allí lo posible. Más aún, apela a la inocencia subversiva de la poesía y la imaginación para atravesar lo (here)dado y sus marcas, muchas veces trágicas, otras contradictorias, pues las expectativas y la realidad suelen chocarse insistentemente mostrando su desproporción. Sólo lo poético consigue rasgar los velos que se adhieren en la memoria para permitirnos ser también esa otra cosa que fuimos o que podemos ser.
La novela contiene además un procedimiento de composición basado en el teorema de Gödel, que es secretamente evocado. Más precisamente, lo que toma de este axioma matemático es la regla de la interferencia: cada signo que constituye su narrativa se despliega en nuevas partículas de signos que se esfuerzan por ser deducidos del anterior. Se trata de asociaciones que reivindican su sentido penetrando unas en otras; creando presunciones, superposiciones y elucidaciones en las que se busca un orden. No obstante, si en un comienzo todo signo invoca un suceso precedente, en lugar de afirmar una racionalidad, aquello no evidente que la novela va desentrañando devela el desborde de toda interpretación. En esa fuga de signos e interpretaciones, la novela se sumerge en la incompletud de todo relato jugando deliberadamente con los géneros y creando una narrativa inclasificable, surgida de las interferencias entre la ciencia ficción, el manga, la narrativa de la posdictadura y hasta el bildungsroman. La distopía, el absurdo, el humor con los que juega hallan siempre su verosímil en la sensualidad erógena de la palabra poética ―por momentos etérea, por momentos hiriente― capaz de hacer imaginable lo imposible; pero también, de llevar lo inimaginable a su posibilidad. De esta forma, la novela propone finalmente una práctica de lectura y una fuga poética de la mirada donde la realidad es la realidad de lo que queda ahora redoblado. Al final del día, lo que nos salva, en esta nueva naturaleza que nace con la época, es la afirmación de lo provisorio que insiste con la memoria entre los pliegues de las cosas que guardamos; o se despliega como una planta de diente de león entre baldosas que no hablan.
Blanca Lema, Incompletud, Mansalva, 2022, 206 págs.
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