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En el prólogo a la primera edición de La novela de la poesía. Poesía reunida, de Tamara Kamenszain, publicada en 2012, Enrique Foffani señalaba con precisión el giro que en ese momento la obra de la poeta comenzaba a dar, a partir del título de su por entonces último libro, homónimo al del volumen. Decía Foffani que la novela de la poesía no apuntaba a los géneros —poema en prosa, novela en verso—, sino a “escribir la novela que la poesía contiene”. Y agregaba: “Más bien se trata de una imagen, una figura que va dibujando […] de libro en libro”.
La segunda edición, publicada en 2019, agrega El libro de los divanes, de 2014. El aumento refuerza la hipótesis de aquel prólogo acerca de los enlaces y la aparición de un “protorrelato” como núcleo. Escribir la novela que la poesía contiene sigue abriendo en Kamenszain nuevos canales para ese dibujo que partió de la narrativa familiar y navegó sus orillas. Su lectura salta así de la imagen total (lo familiar/lo extranjero como panorama) al detalle (el padre, la madre, los amigos, el amor). Se trata de un dibujo que se expande en una obra cada vez más engarzada, o cada vez más “saga”; cercano a la idea del libro largo y en elaboración, al estilo de Hojas de hierba de Walt Whitman o Los papeles salvajes de Marosa di Giorgio.
Se dirá que tal suele ser el efecto de las publicaciones de “obra completa”, sobre todo cuando son ampliadas. Sin embargo, bastaría con recordar la deliberada relación que Kamenszain tramó entre sus libros desde sus inicios, en el par ensayo y poesía, y sobre todo el salto a la novela autobiográfica dado en El libro de Tamar (2018), un gesto imprevisible aunque claramente enunciado en La novela de la poesía.
De este modo, a la impresión de entramado que generaba su primera edición de poesía reunida podría sumársele ahora, en su versión aumentada, la figuración de un deseo de narrar, del cual la autora se apropia y que relanza. Porque El libro de los divanes comienza justamente hablando de los temores de la obra reunida y el primer libro de juventud; y ese comienzo es una situación, una especie de capítulo después, un a posteriori que recomienza la cuenta del tiempo. Aunque previsiblemente Kamenszain lo haya escrito mientras La novela de la poesía se editaba, su inclusión provoca un repliegue, muestra su confección y sus preocupaciones.
Y también se abre. Hay un estribillo en El libro de los divanes que se repite, modificándose: “Ella no contesta y eso debe querer decir / que siempre hay otra línea de lectura, siempre hay otra”. Como si el pasado siempre fuera otro y uno más que se agrega. Siempre habrá otra línea de lectura, también hacia adelante e incluso en el presente. Siempre habrá otra forma de interpretar lo escrito y lo leído, lo autobiográfico y lo novelado. De ahí que sea inevitable que La novela de la poesía (2012 y 2019), El libro de los divanes (2014), Una intimidad inofensiva (2016) y El libro de Tamar demanden una lectura conjunta, acerca de los límites de la literatura actual, pero sobre todo de ellos mismos, los límites de sus libros entre sí. Kamenszain lo confiesa: “‘Los límites del poema-libro’ llamé cuando era joven / a la posibilidad de escribir un libro que todo entero fuera de poemas // y todo entero sin embargo / contara algo. / No era nada original no era ninguna genialidad / pero ahora me parece que sólo ahora me toca probar esos límites”.
Siempre habrá otra línea de lectura, siempre habrá otra. Tamara abre la novela que su poesía contiene en nuevos poemas, novelas y ensayos. La literatura latinoamericana agradece su proliferación.
Tamara Kamenszain, La novela de la poesía. Poesía reunida. Incluye El libro de los divanes. 2° edición ampliada, Adriana Hidalgo, 2019, 464 págs.
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