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No estoy segura de que al libro de Fabián Casas le corresponda la etiqueta “ensayo”. Llevar tatuada la personalidad de este lector-escritor lo convierte en algo más.
La supremacía Tolstoi y otros ensayos al tuntún está compuesto por veintidós textos breves, un ensayo sobre el escritor ruso que da título al libro y una coda llamada “La Solarística”, en la que se transcribe una conferencia dictada en la Universidad Diego Portales, en Santiago de Chile. En los primeros, el autor inicia un periplo elíptico durante el cual propone temas que se entrecruzan y se profundizan en los dos últimos textos. Procurando reconstruir las experiencias de su pasado de forma aleatoria, la imaginación de Casas nos transporta por distintas capas de tiempo, haciendo escala en una variedad de planetas: T.S. Eliot, César Aira, Francis Ford Coppola, Alejandro Zambra, San Lorenzo de Almagro, Stanislaw Lem y su padrino Bruno, entre otros. El punto de llegada es el mismo Casas y su literatura.
En todos los textos la sencillez ilusoria de la prosa hace operar un ritual antropofágico en el que el buen salvaje de Boedo deglute la deuda contraída con un canon personalísimo –en el que Tolstoi juega de diez y Spinetta de nueve– para ejercer la praxis de una escritura en la que el elemento híbrido es central. Este cruce no sólo se da en la variedad de escritores, filósofos, músicos y seres queridos a los que admira en mayor o menor grado y sobre quienes traza una primera cartografía, sino también en la fusión de miradas con que lo hace. La literatura íntima y éxtima coexisten en sus páginas. Sin transformar su intimidad en espectáculo y dejando en evidencia la introspección que opera en la creación de su subjetividad, Casas nos revela qué y cómo siente. Mientras tanto, despierta la curiosidad de sus lectores. El libro se convierte entonces en el mapa que nos permite andar y desandar por la geografía de sus experiencias, al tiempo que nos incrusta una duda que sólo podemos saldar yendo a su obra literaria. Existe allí un acto premeditado cuyas pistas pueden encontrarse en “V.S. Naipaul: con permiso para matar”.
“El libro de los pasajes” está dedicado a J.M. Coetzee. Allí Casas detecta que el sudafricano trata de pasar inadvertido y sus ensayos no parecen escritos para “ensayar”, sino para recomendar lecturas. Casas se apropia de esta misma técnica a lo largo de doscientas veintiocho páginas, y la expande. Asume riesgos mayores y produce un genial cover de Coetzee. En “Black Berry”, por ejemplo, para criticar la estética de la desaparición en la vida privada –concepto también mencionado en “Spinetta”–, hace referencia a Plaza Sésamo, cita a Paul Virilio y concluye resumiendo Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. Quizás el consejo número veinte para el practicante de Sensei Funakoshi –citado al comienzo del libro y en “El arte de la no espada”– sea el secreto para entender la epistemología de su valiente maniobra: Idee en todo momento, idee siempre.
Fabián Casas, La supremacía Tolstoi y otros ensayos al tuntún, Emecé, 2013, 232 págs.
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