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Los libros de Patricio Pron parecen salir de una inexplorada provincia del inconsciente literario argentino. Un inconsciente que, pese a la abundancia de mandatos y prevenciones nativas (¡sos de aquí!, ¡de ningún otro lugar!, ¡lo que escribas nos caracteriza!, ¡sos consecuencia de nuestra agenda!), se manifiesta escandalosa, despreocupadamente deslocalizado y sobre todo rebelde a esas fatales instrucciones. El gregarismo habitual al que alude la fórmula “literatura argentina” encuentra en este autor una renovada cancelación. La ausencia de anclajes no proviene excluyentemente de elecciones temáticas ni de decisiones discursivas, sino de combinaciones múltiples, que no sólo descalifican sino que tornan improcedente cualquier actitud de desconfianza o resquemor localistas.
El reciente libro de cuentos de Pron, La vida interior de las plantas de interior, permite ser leído en clave global. Se trata de una literatura que se postula, aunque sin decirlo, como franca, en la medida en que apunta a una idea de experiencia representable ya no vinculada con un territorio socialmente determinado como tal –sea o no “argentino”–, sino con cierto tipo de escenarios de tránsito y de condición efímera. Los protagonistas son pasivos de un modo extraño y particular; actúan de forma curiosamente circunscripta, más bien fluida y provisional, como si se tratara de arquetipos programados para unas pocas acciones hacia adelante, y por ello dejan la impresión de haber sido empujados por fatalidades exteriores a ellos.
Un elemento esencial en esta configuración de flujo dislocado de las acciones y los escenarios en los cuentos de Pron es la velocidad. Como sugiere Italo Calvino en sus famosas conferencias, hay narraciones cuya velocidad se apoya en cierto tipo de objetos auxiliares. La peripecia se acelera gracias a las posibilidades inscriptas en estos objetos, que al cambiar de dueño reconfiguran el relato según una nueva disposición de fuerzas. Sería algo así como la capacidad elíptica (de producir elipsis, no solamente significado) de un objeto. Pron se sirve de las elipsis, los objetos y las escenas mínimas para contar historias que luchan con su inherente resistencia a mostrarse como verdad. Pero son más reales de un modo que buena parte de la literatura y sus adláteres todavía no advierten: pertenecen a ese utópico mundo donde las fronteras físicas se han plegado a la suspensión de la temporalidad representando la nueva mueca trágica de la historia.
Patricio Pron, La vida interior de las plantas de interior, Mondadori, 2013, 144 págs.
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