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“En este volumen figuran casi todos los cuentos de Fogwill. Quedaron afuera los que considera descartables”. Así comienza el prólogo que Elvio Gandolfo escribió para los Cuentos completos publicados en 2009. ¿Qué son, entonces, los textos de Memoria romana y otros relatos inéditos publicados por Blatt & Ríos ahora? La nota editorial resuelve rápidamente el problema práctico: son textos “encontrados” entre los papeles de Fogwill, uno guardado por el propio editor desde 2002 y otro, el que da título a la obra, el proyecto de una novela breve que el escritor perdió y nunca pudo recuperar. El problema conceptual de definir qué son estos relatos puede resultar más arduo.
En principio, estos once textos pertenecen a Fogwill. Que los editores se hayan tomado el trabajo de incluir un anexo documental que lo demuestra responde a una cuestión meramente formal, porque nadie podría dudar de que cada uno de estos relatos tiene su firma de autor, esa marca registrada plasmada con forma de apellido sin nombre en el canon de la literatura argentina (“yo me inventé la novela de que soy escritor”, decía). Esto se puede comprobar desde la primera línea del primer cuento, con un narrador que comienza sólido pero que enseguida se burla de esa solidez insertando un equívoco (“La que habló fue mi mujer, no la del orgánico”, se ve obligado a aclarar), hasta la última de “Memoria romana”, donde simplemente dice “Estaba por nacer Vera” para finalizar un relato autobiográfico inconcluso. Entre esos dos puntos rezuma ese estilo Fogwill que sus seguidores ya conocen: ironía, humor, irreverencia, comienzos lacerantes, juegos de palabras, aliteraciones, cacofonías, digresiones, acotaciones metaliterarias, marcas (y entre ellas, su fetiche: marcas de cigarrillos), sexo, drogas y burlas, en general, a cualquier cosa que forme parte del statu quo, incluido él mismo.
Los textos son de Fogwill, y sin embargo, ¿son cuentos de Fogwill? Parece una nimiedad “medir” los relatos, pero la narración sostenida forma parte de su estilo, lo define. ¿Quién busca perfección en sus cuentos? ¿Quién espera un narrador prolijo dosificando hechos hasta llegar a un giro inesperado pero lógico en un relato suyo? Una característica de los cuentos de Fogwill parece ser la extensión, y los relatos que hasta aquí estaban inéditos no cumplen ese requisito. Son ensayos de cuentos, son comienzos; pero parece faltarles algo para ponerlos junto a los otros. “Memoria romana”, en particular, puede resultar una decepción. Es difícil encontrar en estos apuntes fechados algo más que un diario personal durante la Guerra de Malvinas. Si recordamos el “mito Fogwill” que indica que en ese período escribió “de un saque” Los pichiciegos, la propuesta podría resultar interesante, pero las anotaciones son más bien un divagar por cuentas impagas, comentarios aislados de la guerra y el recuerdo de su paso por Roma diez años atrás.
Dicho esto, cabe preguntarse también quién no querría leer todos los cuentos inconclusos de Fogwill. Memoria romana es, como todo libro póstumo, un consuelo, un reencuentro entre lectores devotos y el autor que siempre puede dar material nuevo.
Fogwill, Memoria romana y otros relatos inéditos, Blatt & Ríos, 2018, 152 págs.
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