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Piquito en las sombras

Gustavo Ferreyra

LITERATURA ARGENTINA

Carece de relevancia discernir si este nuevo libro de Gustavo Ferreyra consta de dos novelas o de una sola, constituida por dos partes cronológica y causalmente sucesivas. Tanto como intentar dar cuenta, en una reseña, de lo que sucede, en términos de anécdota o de trama, en sus suculentas pero nunca agotadoras seiscientas veinte páginas. Pero sea: esto es, más o menos objetivamente, lo que pasa: Piquito de Oro, un profesor desequilibrado y egocéntrico, pasa un tiempo en prisión condenado por el asesinato del doctor Cianquaglini; allí se dedica a soliviantar a parte de la población carcelaria con discursos mesiánicos y a enviar emails a su ex colega Daniel Guterman, a quien convence de que lo ayude a escapar de la cárcel, cosa que a Guterman le cuesta muy caro; luego, tras ser atrapado nuevamente, Piquito pasa sus ¿últimos? días en un instituto de salud mental, recibiendo las visitas de su ex mujer, Josefina, y de una de sus ex alumnas, mientras continúa rumiando sus extravagantes y geniales ideas sobre la historia, la filosofía, la religión, el hombre y, por supuesto, él mismo.

Pero lo que fundamentalmente cuenta, en lo que cuentan esta y todas las extraordinarias narraciones de Ferreyra, es el modo en que la prodigiosa imaginación de este autor —sin parangón dentro de la literatura argentina actual, más inclinada a la exhibición de un yo doméstico y previsible— pone en escena una suerte de explotación ad infinitum de las posibilidades del punto de vista, sea este cual fuere.

A través de “la dulce tiranía de la primera persona”, Ferreyra autoriza una vez más a Piquito a dar rienda suelta de su desmesurada y desopilante megalomanía; y, a modo de contrapeso casi musical de esos desbordes, una tercera persona, de austera y engañosa objetividad, da cuenta de la deshilvanada vida profesional e íntima de Daniel Guterman, viejo colega de Piquito y, en cierto modo, alter ego del propio autor. De uno y otro modo, Ferreyra se las ingenia para pulverizar, por saturación, los límites del realismo tradicional. Clásico y experimental a la vez, arcaico y renovador, aquello que podría llamarse estilo, en Ferreyra, está precisamente en la reducción al absurdo de la novela realista y psicológica, cuyos límites nunca traspone; antes bien, se dedica a ensancharlos hasta que, como el zapallo del relato de Macedonio, ese realismo engordado termina por ocupar la totalidad de las posibilidades narrativas.

Si el carácter progresivamente mesiánico del discurrir de Piquito le permite al autor disolver los límites entre conciencia y mundo, entre lo real histórico y lo potencialmente real de la frondosa imaginación del personaje, la sesgada utilización de una tercera persona estrechamente ligada a la peripecia de Daniel Guterman (lo que se conoce técnicamente como discurso indirecto libre) da entrada a la circunstancia concreta en que transcurre este último tramo de la vida de Guterman, que coincide con los episodios del conflicto entre el gobierno de Cristina Kirchner y los especuladores agropecuarios en 2008.

La historia universal y la coyuntura reciente argentina —entreveradas con reflexiones sobre el cristianismo y el marxismo y una teoría del cuerpo sui generis— entran así a formar parte de la literatura: extrañadas y, de ese modo, iluminadas por una luz que las difracta.

Imposible describir aquí las altas dosis de humor, dramatismo y lucidez que hacen de la lectura de este libro, como la de todos los libros de Ferreyra, una experiencia imperdible.

 

Gustavo Ferreyra, Piquito en las sombras, Alfaguara, 2022, 624 págs.

27 Oct, 2022
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