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Novela gráfica integral y autorreferencial, Poncho fue nos llevará en una primera lectura a afirmar lo evidente: es una historieta sobre el proceso de desmoronamiento del amor, sobre las etapas más o menos conocidas y en descenso hacia el mismísimo infierno. Y, sin embargo, se deslinda de los relatos próximos al mundo de los afectos para explorar distintas facetas de nuestra inevitable humanidad. La relación nociva entre sus protagonistas, Lu y Santi, está sentenciada desde las primeras páginas; lo que no sabremos hasta el final es quién de los dos sobrevivirá a ella. En este punto encontraremos resplandeciente uno de los procedimientos que recorren la obra: la autora y el personaje se mimetizan, se superponen, se desdoblan y se bifurcan sin dejarnos ver totalmente dónde comienza la ficción y dónde termina la verdad, o viceversa.
Sole Otero toma una dirección original en el tratamiento de las autobiografías dibujadas, en su elección por describir un proceso del que logra salir entera, pero mostrando deliberadamente sólo algunos de sus retazos. Las escenas de la tragedia conyugal (la pasión, las discusiones, el tormento, la manipulación, el desprecio, la humillación, la fragilidad y la violencia) ponen de manifiesto una memoria selectiva explícita que revisita el trauma sin pretensión alguna de exhaustividad ni transparencia. Lo que la autora parece querer decirnos es: lo que cuento en esta historia ya no me pertenece y, por lo tanto, me identifica e interpela tanto a mí como a cualquiera de ustedes. Ese distanciamiento funciona, por ejemplo, en los momentos satíricos que condensan situaciones de conflicto, o en el ordenamiento atemporal de un relato que nunca es del todo progresivo ni avanza hacia su resolución. La alteración es perceptible allí donde los cambios de ritmo se tornan necesarios, o cuando la dibujante pone pausa y suspende ciertos desenlaces previsibles para manejar a su antojo la trama narrativa: a contrapelo de la ficción verídica en la que la protagonista subordina su deseo al de la pareja, en la novela aparece en primer plano la dirección autoral. En la misma línea, la opción tipográfica y el diseño de los globos textuales es otra de las virtudes estilísticas que ofrece esta novela: la saturación de las palabras en el decir del personaje masculino conllevan inevitablemente (una boca ombligo que violenta y perturba) al estallido de su presa emocional. Otero no nos deja afuera de esa vivencia y nos permite recrear la escena: como la protagonista, sólo desearemos silenciar a Santi. Pero, como Lu, no podremos y habrá que pasar, impotentes, a la página siguiente hasta poder salir, concluir la novela y, desde luego, la relación.
Poncho fue contiene una novela feminista pero no se circunscribe a ello. La violencia es un elemento vertebrador de la trama y su protagonista parece estar consciente de las señales perceptibles que la llevarán, irremediablemente, a su aniquilación identitaria. Por momentos, creemos que logrará salir del laberinto pero entonces toma un sendero de regreso y vuelve a las fauces del Fauno. Durante toda la novela ese deambular entre callejones asfixiantes nos traslada a situaciones reconocibles, lejanas o cercanas. Y cada vez que ello sucede queremos gritar junto a la valiente Lu: no te quedes en ese lugar.
Sole Otero, Poncho fue, Hotel de las Ideas, 2017, 216 págs; La Cúpula, 2017, 220 págs.
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