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Sangría es el espacio en blanco al inicio de cada párrafo. El cuaderno de caligrafía te la señala con una vistosa línea roja que atraviesa la página. Han pasado diez años desde el último libro de Martín Gambarotta y esta pausa parece encarnar ese sitio. No hay referencias directas en Sangría a esta acepción. La palabra en sí ya es un tesoro, se la identifica con varias imágenes contrastadas. El hielo y el vino. La vena y la jeringuilla. La parte honda contraria al codo. El metal líquido depositado en su molde. “Sangraría” es una forma de leerla mal y sin embargo funciona, pues todo parece indicar un vaciamiento, sea de la copa o del cuerpo.
Si Raimondi y Selci, refiriéndose a Seudo (2000), hablan de la recirculación de aquella lengua de la política susurrada en la cocina, Sangría parece la testificación de la operación misma de la lengua del poder. Sus personajes van montados en “limusinas con frigobar” y hacen del deseo una orden. Si bajo el sol ocurre la política, su pragmática, es la noche la tarima de su obscenidad, cuando se olfatea su hálito gangsteril y se detecta su operación con mayor nitidez. “[T]e alientan a que / intentes ser como ellos, te tratan / como si fueras igual a ellos / porque saben que nunca / serás uno de ellos”. ¿Quiénes son ellos? ¿Qué quieren? Esta y otras maniobras de persuasión parecen imantar al hablante como si le chupasen la sangre. Llegado cierto punto su testimonio balbucea, como el de un anémico.
Tal y como desde Punctum (1996), el texto se propone como un poema único de largo aliento cuya aparición más emblemática es ese “ellos”. La voz que antes dudaba o se daba a entender por negaciones aquí toma la consistencia de una interpelación. La rima graciosa y los heterónimos dan paso al habla tropezada y una voz única que insiste en una imagen y arma series. Su objetivismo jamás ha sido mero asunto de ojos, sino sobre todo de las posibilidades de una figura. Esto se nota en las variaciones en torno a un león de plástico que alguien pisa, por ejemplo, que de un momento a otro acaban señalando algunas precisiones sobre el poder. “Todo rey es de plástico”, “en este reino / al pisar el león / piso su reinado”. La imagen no conduce a otra y a otra sino que insinúa una idea, un concepto, se aproxima a lo decible pero no lo pronuncia, se aleja y se disuelve, como el hielo en el vino. La disolución mas no la desilusión. “Hacer es fácil / deshacer es difícil / deshacer es hacer”. ¿Qué deshacer?
Hay una secuencia del poema donde todos con quienes se topa lucen “una remera de las guerras de las galaxias”, desde su jefe vía zoom al embajador de la corona británica en una revista. Parece como si la realidad se estropeara y esa convicción paranoica muestra algo mucho más hondo que se presta a todo tipo de interpretaciones. ¿Serán los fanatismos deschavetados o se trata de una consigna encriptada? Precisamente en esa ambigüedad o lejanía de sentido está su signo político más potente. “[N]o es las guerras de las galaxias / es la Guerra de las Galaxias / lo corrige // dando a entender que hay una / guerra única en muchas galaxias”. ¿Cuál es esa guerra? El error de comunicación inevitable de una lengua lateral, que evade el sentido para hallar uno más profundo y subversivo, provoca un roce que hace cosquillas. Hay un raro murmullo épico y sin embargo su humor te saca una sonrisa furtiva. No se ha hablado mucho sobre esto, su humor. Quizás pensar en una literatura que, llegada a su estadio adulto, no ha dejado atrás la soltura de maniobra ni ha decidido, como muchos al acercarse a la edad provecta, elevar la consigna de la queja. Todos sus libros deliran y ríen, Sangría no es la excepción.
La sangría es un espacio en blanco. Han pasado diez años desde el último libro de poemas de Martín Gambarotta y quizás en la paciente maceración de sus versos, el lenguaje no sólo se cargue de sentido sino además descubra otros encriptados en la realidad. Esto es central: poemas que propician otra comprensión del estado de cosas y no dedicados exclusivamente a representarlo o declararlo.
Martín Gambarotta, Sangría, Rapallo, 2023, 72 págs.
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