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En muchos países, un diecinueve de diciembre la gente se dedica a las exigencias de las fiestas de fin de año; en la Argentina esa fecha alude a sucesos siniestros. Estos seis poemas fueron impresos exactamente veinte años después del colapso financiero del país, que dejó varios muertos y arrojó a la pobreza a millones. También coincide con el lento final de la pandemia de covid-19.
Los versos no presentan ligerezas veraniegas, sino que brindan un panorama amenazante, con una claridad poética, por más reflexión que hubiera acerca de la relación entre la coyuntura y esos veinte años: “No es el momento de hablar / de lo que está pasando ahora, / no es hora de un informe emocional”. Sin embargo, resulta imposible no leer acá lo que está pasando, irremediablemente afligido por las determinaciones de un pasado zombi que no termina nunca. Si no es momento de hablar de lo que está sucediendo ahora es porque no podemos decir con exactitud lo que ahora significa. Estamos ante una disolución espacio-temporal y de las categorías perceptivas: cada día puede ser un diecinueve de diciembre, ningún diecinueve de diciembre es un día cualquiera. Ni siquiera podemos afirmar que se trata de un día y no de un síntoma, o de una alegoría.
Donde el último poema del ciclo comienza rechazando el ahora, el primero arranca con una proyección: “Como en un canto al futuro”. Ese mundo futuro es “frágil”, y “habrá miedo”, aunque “ya será imposible / que las mismas cosas / que formularon terror / […] vuelvan a asustar otra vez / al abrir la puerta y correr”. Pero esas afirmaciones supuestamente tranquilizadoras no logran atenuar las catástrofes al rojo vivo que conforman este imaginario. Las incertidumbres sabotean cualquier afirmación de que en realidad todo estaría o estará bien. No nos calman los paréntesis que quieren mitigar el hecho de que “(en una ensoñación alguien llegaba / con su ejército a defender sus territorios / de un ataque en el escritorio del enemigo)”. El escenario es bélico.
La economía acá es cruda, de entrañas al descubierto, de las cuales quedamos presos, “sin modelos de gestión en la gayola de sus tripas”. Resulta imposible escapar a las lógicas de la corrupción que atraviesan hasta lo más íntimo nuestro, aunque estos poemas, proponiendo una lógica no instrumental, muestren una conciencia de la necesidad de escapar de ese letal laberinto tan topiario como salvaje con el cual estamos cognados por antonomasia. Lo que podría ser un posible remedio, lo “confuso, abismal e inesperado”, vuelve a afirmar el modo de crisis permanente al que nos arrojan las lógicas de producción recrudecidas al extremo. ¿Qué significan esas nuevas formas para la relación entre un recuerdo y el tiempo, el pasado detenido y el movimiento potencialmente devastador? ¿Cuáles serán las formas de relacionarse en semejante panorama de gestión de lo ya arruinado? Ninguna forma de vida puede ya pensarse y decirse fuera de las metáforas administrativas y mercantiles, gestativas de las angustias cotidianas. Luego de constatar que “parte de la estrategia” para siquiera alcanzar un estado de bienestar pasaría por acostumbrarse “a la violencia y a las matanzas”, la perspectiva de un futuro que “tiene todavía / un gran papel que desempeñar, mucho que mejorar” hace vislumbrar más bien un infierno de coaching y de autoayuda, y si el último verso de un poema reza que “nuestro ángel tiene respuestas”, eso no suena a promesa salvadora. En esa distopía el único modo de promesa vigente es la amenaza misma, total y transversal.
No se brinda un análisis histórico para entender el presente y construir un futuro consensuado. Esa posibilidad ya se esfumó, y la pregunta es si siquiera estamos en condiciones de poder imaginar otra cosa que no sea la derrota. “No es momento de hablar / de lo que está pasando ahora”, y eso será por las categorías de la razón instrumental que infectan y afectan a todas las dimensiones vitales, reduciendo hasta el deseo a una categoría económica, “directamente proporcional al obstáculo”, aniquilando cualquier visión del futuro como temporalidad no determinada, condición de la posibilidad de poder desear, formular una utopía. Moguilevsky sabe que eso es potestad del arte. Mostrar esa ausencia categórica con toda la precisión poética es el logro de estos seis poemas impresos un diecinueve de diciembre.
Nicolás Moguilevsky, Seis poemas impresos un diecinueve de diciembre, Ascasubi, 2021, 32 págs.
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