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Una hija busca durante años a su padre, sobreviviente del disparo que la madre erró; una mujer guarda en un frasco las “cosas del tamaño de una almendra” que ha parido sobre su cama; otra disputa su espacio en el mundo con una gaviota; una pareja encuentra en fotos ajenas al hijo que no llegó a crecer y una virgen criolla aterroriza a un profesional del cine porno.
Los veintiocho relatos de Teoría del tacto, cuya brevedad y conclusividad permiten pensarlos como parte de un poemario, constituyen una muestra antológica de la voz personalísima de Fernanda García Lao, donde su trabajo obsesivo de la frase, su dinamismo y mordacidad alcanzan un inusual refinamiento. La energía seminal de estas piezas las revela al mismo tiempo como feraces y feroces. Feraces, en virtud de su fuerza sugestiva, pensante, que más que representar una realidad la postula y la apunta, iluminada por destellos sintácticos, familiar pero intensiva; feroces, por su abordaje de cada asunto, verdaderos asaltos que, con frases de precisión conceptista, de conclusión a menudo sorprendente, conjugan lo breve, lo grave y lo cómico en una sucesión que parece señalar hasta qué punto lo trágico de la vida es que da risa.
Esos temas, al mismo tiempo, no aparecen en primer plano, sino que son puestos de relieve mediante algún dispositivo asociado, lateral (un pájaro, un insecto, un mueble, una figura de yeso) a partir de cuya inclusión las múltiples formas de la ausencia, el dolor y la soledad que pueblan los cuentos de Teoría del tacto se extrañan y complejizan, dejan de ser meras superficies donde se disponen acontecimientos para volverse corpóreas, orgánicas.
“Los Hugos cuarto y quinto quedaban demasiado lejos”; “El cementerio está roto. Hay lápidas desarmadas y pasto crecido”; “La doméstica vivió hasta la primavera, ni siquiera supe su nombre, pero tuvo tiempo de ver florecidas las plantas”; “Desde que soy solo, la carne me acompaña distinto, y quien dice carne dice palabra”. Teoría del tacto se compone de narraciones en las que la pregunta “¿qué va a suceder ahora?” pierde centralidad, desplazada por la fascinación que despierta el desgranamiento de frases cortantes con las que la autora trama esas historias, como una artista plástica, a golpes de espátula, dejando trazos llenos de texturas.
El tipo de recorrido al que nos invita Teoría del tacto es el de las galerías, donde uno reconoce la mano inconfundible de la artista y se detiene a apreciar meticulosamente la captura que cada relato (cada obra) ha hecho de un drama particular, con sus grietas y rugosidades, tentado siempre de cerrar los ojos para acercar la mano y percibirlo con la piel.
Fernanda García Lao, Teoría del tacto, Entropía, 2024, 124 págs.
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