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Thatcher, la segunda novela de la narradora argentina Carolina Cobelo, es un libro singularísimo. Sorprende por su uso del español, plasmado en una inflexión y en un tono que recuerda el de las películas de Sábados de Super Acción y Hollywood en castellano; asombra por el desparpajo con el que se construyen los personajes, casi todos de poderosísimas resonancias en la Historia reciente; e impresiona por la variedad de microinvenciones —desde veloces road movies hasta rocambolescas tramas de espionaje— que le dan ímpetu y volumen a la que uno podría elegir como central —hay otras alternativas—, la del amor desencontrado entre una Maggie canallesca y machona y un Ronnie envejecido y con “la mente hecha jirones”. Secundados por ujieres, secretarios, asesores y enemigos —Alabama Bean, Veleta Parkinson o la agente Jodie Foster, entre otros—, Margaret, Ronald y Nancy, avatares narrativos de la primera ministra Thatcher y los Reagan, presidente y primera dama, juegan cada uno un juego individual pero que de alguna manera involucra a los otros. Es 1986. La encantadora Nancy funciona en realidad como una espía rusa camuflada en el corazón imperial de Occidente, Reagan es un senil “Mr. President” obsesionado con la desaparición del comunismo —para lo que necesita que no desaparezca—, y Margaret, bueno, Margaret es un personaje fuera de serie. Allí donde aparece se apropia de la lengua tipo de la novela y la manipula como un filo cargado de insultos, lunfardo, gritos y “descansadas”; el whisky es su bebida de cabecera, y chupa como si en hacerlo se le fuera la vida. Convencida además de su genitalidad masculina, recurre a ella en reuniones de gabinete, encuentros internacionales o simplemente frente a la agenda diaria de su ministerio como si echara mano a su herramienta más poderosa: reclama a los gritos que se la sientan, la sufran, la sopesen o se la soben si alguno no acuerda con lo que dispuso. Pero, sobre todo, añora poder conquistar al vaquero de celuloide, “demasiado actor para presidente” —y viceversa—, y cumplir su sueño arrebatadamente enamorado. Sumado a lo corrosivo que resulta ese feroz contrapunto entre la sólida circunspección que transmiten las figuras reales y estas representaciones enloquecidas que transitan por Thatcher, el carácter iracundo y enajenadamente amoroso de su protagonista contagia de alguna desprolijidad y muchísimo brío a la novela, la que, aun en su hilarante continuidad —la aparición de “Los Nueve”, un grupo de chinos donados por Xiaoping a cambio de la totalidad del mercado norteamericano, o la idea de recrear el proletariado ruso en una granja de Texas como remedio a la inminente caída de la URSS y con el fin de restaurar un equilibrio, son dos de otros tantos episodios desbordantes de imaginación y controlada locura—, no deja de establecer ciertos lazos con los hechos históricos, con la reconfiguración del mundo encarada por la política ultraconservadora del binomio Reagan-Thatcher, o con el conflicto con los mineros ingleses durante el gobierno de la primera ministra británica. Dice Roque Larraquy en la contratapa: “Vertiginosa, aguda, Thatcher dibuja con humor implacable un mundo que rezuma traición, órganos genitales y pesadillas anticomunistas. Qué delicia, qué imán”. Sí, de acuerdo.
Carolina Cobelo, Thatcher, Metalúcida, 2021, 148 págs.
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