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Es una verdad triste de este mundo que para hacer ruido en cualquier ambiente hay que… bueno, hacer ruido. Parece que la esfera literaria de América Latina no es una excepción. Cuando leo las listas de ganadores de los muchos, muchos premios disponibles en este continente, o los nombres incluidos en grandilocuentes ejercicios de marketing como el “Bogotá 39”, lo hago con la esperanza de ver figurar al sumamente discreto Leonardo Sabbatella en algún lugar importante, hasta ahora sin suerte. Es una pena; si hay alguien de su generación que escribe mejor en castellano hoy en día, no lo he encontrado.
Tipos móviles se centra en un personaje que, a partir de esta tercera novela, podemos identificar como típicamente sabbatelliano. Pratz, un hombre feckless que en algún momento trabajó en un taller de imprenta, se ha mudado a un balneario en invierno para cuidar la casa de un geólogo que se ha ido a una expedición. Allí, en la vida exterior, en una serie de escenas impecablemente realizadas, Pratz encuentra trabajo haciendo entregas para un pulidor de lentes, sufre un accidente no muy grave, visita una atracción que es un autómata, investiga el pasado de un aviador histórico de la zona que murió en un accidente y experimenta alguna que otra vivencia más. Mientras, vamos aprendiendo de su vida interior, su obsesión desde niño con la imagen de un sastre muerto en un intento torpe de volar usando un traje de su propia confección, su inclinación para inventar nuevas identidades y su soledad endémica… La verdad es que no pasa mucho en esta novela corta; pero una verdad más transcendente es que eso no importa para nada.
No pasa mucho en la superficie, por lo menos. Hirviendo bajo tierra hay bastante violencia, locura y desesperación como para satisfacer al lector más morboso. Mientras Pratz deambula por las calles y rutas, encontrándose con huecos y negativas en vez de con la vida misma, uno tiende a pensar que la única cosa que le impide hacerse daño a sí mismo, a otra gente o a las propiedades a su alrededor es una pasividad lacónica; una falta agobiante de iniciativa.
Con su escritura sencilla y ritmo tranquilo, Sabbatella va tejiendo una trama encantadora, un estudio de la alienación con ecos sebaldianos (fácilmente en el texto se podrían haber incluido imágenes) que demuestra que no hay que ir buscando los temas: con una visión lo suficientemente convincente las ideas se acomodan solas. Dicho esto, con tanta abundancia de copias, repeticiones, autómatas, procesos mecanizados, lenguaje y etcéteras, es posible que la novela contenga una sobredosis de Walter Benjamin, una tendencia interesantemente generalizada en el arte argentino.
Por último, habría que hacer una observación respecto de la editorial, Mardulce. Aunque su apoyo a Sabbatella y otros escritores excelentes de su catálogo es muy elogiable, como también lo es su esfuerzo para mantener dentro de lo razonable el precio de sus libros, la verdad es que estaría más que dispuesto a pagar cincuenta pesos extra para un mejor trabajo de corrección. Hay demasiados errores tipográficos (incluyendo el clásico de perder la “l” de “público”) para un libro tan corto. O quizás sea solo un homenaje al título.
Leonardo Sabbatella, Tipos móviles, Mardulce, 2017, 144 págs.
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