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Un niño ve al padre quedarse dormido de cansancio en la mesa antes de comer, una mujer sabe que fue concebida para curar a su madre que de todos modos murió a causa de la enfermedad, un hombre escribe para alejar el fastidio y el encierro del hotel en que vive, el electricista diplomado que arma un instrumento de música con una soldadura. Vidas epifánicas recoge las escenas que componen un destino y que han dejado en quienes las vivieron una marca escondida.
Un lector podría preguntarse qué tienen en común las vidas que reúne Álvarez Núñez, si hay un factor compartido o si, por el contrario, se complementan al modo de una constelación. Y quizás las dos lecturas sean posibles. Una respuesta impostergable se encuentra ya en el título del libro, la idea de epifanía en uno y otro destino, revelaciones menores que se dan en lo que podría denominarse el pliegue de una vida. Al mismo tiempo, los dieciséis relatos que componen el volumen parecen reclamarse unos a otros para configurar un rompecabezas extraño que nos habla de la soledad y el abandono, del éxito y los fantasmas.
Los relatos de Vidas epifánicas tienen la virtud de no repetir una fórmula. Con cada personaje, Álvarez Núñez se las ingenia para encontrar el modo de abordarlos, cuál es la forma más precisa para descorrer el velo, para encontrar la lógica de la epifanía. Cada texto tiene un epígrafe biográfico, el pliegue que hace posible la escritura del relato. Unos más cercanos al ejercicio de estilo, otros más anecdóticos, en todos los casos se trata de textos breves a los que parece faltarles un párrafo, una página. Como si estuviéramos frente a un montajista que decidió guardarse los fotogramas finales. Tal vez porque si algo caracteriza a una epifanía es que nunca la terminamos de comprender o de ver de forma completa.
Escribe Álvarez Núñez: “hagan una prueba: reúnanse con antiguos amigos a los que hace tiempo no ven, instantáneamente cada uno ocupará el rol que jugaba en aquella época. No hay escapatoria. Volvemos a ser esos niños que éramos”. Ese es el tipo de sensibilidad, la forma de proceder que propone el libro. Cada uno de los relatos como un campo de pruebas, como un ejercicio sobre la propia vida.
Las líneas de fuerza que guían la escritura de Álvarez Núñez provienen de distintos lugares, por momentos podrían parecer contradictorios, al menos lejanos. Pero no es más que el bagaje de lecturas de un hombre inquieto. No faltará quien encuentre camuflada una cita de William Faulkner o el que páginas más adelante se cruce con una frase de Babasónicos pero entre signos de interrogación. Los relatos dedicados a Brian Eno, Lucio V. Mansilla y Miles Davis son tan distintos entre sí como probablemente los puntos más altos de un libro hecho por un cazador de datos, un lector de vidas ajenas.
Hay una operación en el libro que parece fundacional de la idea bajo la cual fue concebido, menos imaginar la vida de otro que el hecho de darle voz y transcribir el pensamiento de personajes singulares y esquivos. Casi que no hay historia ni anécdotas grandilocuentes, más bien pareciera que cada una de esas vidas es el punto de pasaje para pensar una epifanía, para provocarla.
Gustavo Álvarez Núñez, Vidas epifánicas, Mansalva, 2015, 96 págs.
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