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Después de ensayar sobre cinco escritores que se convirtieron en artistas en Mudanza (2011), la mexicana Verónica Gerber ha narrado en su primera novela la vida de una escritora que piensa en imágenes, o de una artista condenada a contarse con palabras. Esa paradoja, esa tensión libidinal no satisfecha, hace de Conjunto vacío una propuesta fresca, desafiante. Porque el relato de la ruptura de una pareja y de la búsqueda de los orígenes familiares en Argentina dialoga con la teoría de conjuntos, el letrismo, la caligrafía o las artes plásticas, desde la conciencia de que Gerber —o su alter ego de ficción— es “una de esas artistas que no saben dibujar”.
Novela, por tanto, escrita y dibujada, Conjunto vacío admite ser leída desde varios ámbitos. O tradiciones. La más evidente tal vez sería la de Julio Cortázar (aparecen la relación de pareja tormentosa, el exilio, el diálogo entre artes diversas, la forma fragmentada) y, sobre todo, la de Roberto Bolaño (a las mismas razones cortazarianas se les podrían añadir el trasfondo mexicano y metapoético, con una figura central misteriosa y magnética, de Los detectives salvajes, y su inclusión de dibujitos no siempre chistosos). Otra constelación posible sería la de la literatura que ha hablado, oblicuamente, sobre la desaparición a través de metáforas como el agujero: ahí la obra de Gerber conecta con la de Luis Felipe Fabre, autor de varios poemas que abordan esa metáfora y del ensayo Leyendo agujeros (2005), que no en vano incluye un estudio de “Hay cadáveres” de Néstor Perlongher. También encontramos vínculos con autores contemporáneos que están hablando, como Gerber, de padres argentinos, del exilio y de la dictadura desde la distancia de un segundo origen (pienso por ejemplo en La casa de los conejos, de Laura Alcoba, escrito originalmente en francés).
Pero, finalmente, la tradición que se impone es la que la propia Gerber está creando con estos dos primeros libros. Una tradición que, tras examinar a cinco maestros (Vito Acconci, Ulises Carrión, Sophie Calle, Marcel Broodthaers y Öyvind Fahlström), dedicándole un ensayo a cada uno y enmarcándolos en sendos capítulos autobiográficos, decide inaugurar su primera novela (merecedora del premio Aura Estrada) con un gesto raro y valioso: en la solapa se dice que “Verónica Gerber Bicecci (Ciudad de México, 1981) es una artista visual que escribe”. Quedamos a la espera de la nueva exposición.
Verónica Gerber, Conjunto vacío, Almadía, 2015, 224 págs.
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