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El cielo de Lima, obra que acaba de recibir el prestigioso Premio Ojo Crítico de Narrativa, es la primera novela de Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984), un autor que, a pesar de su juventud, ha conseguido hacerse de un lugar destacado en la literatura española gracias a la buena acogida de su libro de relatos Los que duermen (2012) y a su participación en la antología Bajo treinta (2013), que hizo visible a toda una generación de jóvenes narradores españoles, nacidos a partir de mediados de los años ochenta. En esta novela, Gómez Bárcena se aleja de la contemporaneidad radical —una constante temática en la generación a la que pertenece— para sumergirnos en la Lima de principios del siglo XX a través un conocido episodio del anecdotario literario: la creación por parte de dos jóvenes poetas de un personaje ficticio, Georgina Hübner, con la intención de conquistar la atención de Juan Ramón Jiménez y que este le enviase ejemplares dedicados de sus libros. Carta tras carta, la broma se les fue yendo de las manos y Juan Ramón Jiménez acabó perdidamente enamorado de Georgina.
Escribir del pasado no es forzosamente alejarse del presente. Más bien lo contrario: es abrirlo, conectar tiempos, convertir el anacronismo en una forma de trabajo fructífera para la literatura. En este caso, a pesar de dar cuenta de un momento temporal situado en el pasado, el modo de composición y la forma narrativa de la novela no pueden ser más contemporáneos. A través de un estilo elegante y cuidado, Gómez Bárcena intenta presentar una especie de making-of de la creación de este personaje, explorando las peripecias vitales de Carlos Rodríguez y José Gálvez, el ambiente literario y social de la Lima del momento y el proceso de construcción de Georgina Hübner. Todos los personajes que transitan por la novela se encuentran abducidos por la ficción; en cierto modo, están enfermos de literatura. Su vida real se construye a través de estereotipos. Y en un sentido semejante opera la impostura, que aparece como uno de los tropos del libro. Todos los personajes fingen ser otros. Construyen un relato para dar sentido al mundo que habitan. Todos son impostores.
Uno de los aspectos que más llaman la atención de esta novela es el uso del lenguaje. Gómez Bárcena ha optado por escribirla en un castellano extraño que suena a pasado pero que no pretende ser el castellano del Perú de principios del siglo XX. Es más bien una especie de lenguaje de entretiempos que tiene algo de las formas pasadas pero que se encuentra con un narrador del presente, que es en última instancia quien construye el relato. Hacer eso sin que la escritura chirríe en ningún momento es quizá uno de los mayores aciertos del libro.
Más allá de la historia de amor del joven Carlos, de las cuestiones de clase que atraviesan la novela, de la relación de amistad entre los poetas, más allá incluso de la correspondencia entre Juan Ramón Jiménez y Georgina, se podría decir que El cielo de Lima es una novela acerca de cómo funcionan los mecanismos de la ficción. El libro es consciente de ser un artificio y en ningún momento deja de referirse a sí mismo, a su proceso de construcción; los personajes se saben personajes y la novela se sabe novela, lo que da como resultado una escritura autorreferencial que recuerda las estrategias posmodernas del Italo Calvino de Si una noche de invierno un viajero. Un modo de construcción que se convierte en un artilugio perfecto en el que todas las piezas encajan. Un dispositivo que, a pesar de partir de un elemento de realidad, muestra cómo esta toma forma en el texto, dejando a la luz las estrategias narrativas, informando al lector en todo momento de las decisiones que el escritor toma, haciéndolo partícipe del funcionamiento del relato, desmontando la idea de la novela como artilugio mágico que sólo el escritor sabe hacer funcionar.
Juan Gómez Bárcena, El cielo de Lima, Salto de Página, 2014, 320 págs.
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