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El oficio de documentar el combate propio contra el fantasma de un escritor norteamericano es inquietante y exiguo, por lo que conviene recordar algunos casos ejemplares. En Llamadme Ismael (1947), Charles Olson hizo un perímetro de su propio expansionismo en el lomo de la ballena de Melville. En El velo negro (2002), Rick Moody exploró sus adicciones a la luz de saberse emparentado con un personaje de Hawthorne. Heriberto Yépez descubrió la estética imperialista de Olson en El imperio de la neomemoria (2007).
Del otro lado del Atlántico sobresalen los ensayemas-rounds de D.H. Lawrence contra Hawthorne, Melville, Poe y Whitman en Studies in Classic American Literature (1924). Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios (2011), de Rubén Martín G., es uno de los ejercicios más recientes y menos afortunados. Más presos de los fantasmas autóctonos, desde la década pasada los europeos han hecho del tête-à-tête una de las variantes más reconocibles de su alta cultura (basten como ejemplos Doctor Pasavento y Dublinesca de Enrique Vila-Matas).
El joven Nathaniel Hathorne de Víctor Sabaté es, como todas sus predecesoras, un cuidadoso bricolaje de citas y ficción biográfica y autobiográfica propulsado por varias teorías paranoicas. El criterio con el que calificamos de éxito o fracaso empresas como esta es la persuasión que despierta el descubrimiento (la claridad del dibujo que forman las junturas de citas e ideas ajenas que componen parcialmente el texto) y que el libro sea interesante entre los lectores que desconocen la tradición con la que dialoga. La ópera prima de Sabaté es un éxito, y su confrontación con un maestro americano es distintiva porque, argumentalmente, no nace de las indagaciones propias del lector atento o de los hallazgos fortuitos del investigador.
El origen de la trama es externo y puede resumirse en esta pregunta: ¿qué hacer si descubrimos que Nathaniel Hawthorne viajó en el tiempo para plagiarnos un cuento? La Antología de la literatura fantástica es el I Ching de las pesquisas eventuales de un narrador cuya vida adulta es un paulatino alejarse de la literatura e ingresar en la vida de oficina y matrimonio. Un escritor menor que, como el protagonista de “Enoch Soames” (cuyo argumento es crucial para esta novela), es un testigo indirecto de las hazañas de un salteador del tiempo. Libro para lectores o Bildungsroman metaliteraria y triste, El joven Nathaniel Hathorne persigue un candor decimonónico.
Víctor Sabaté, El joven Nathaniel Hathorne, Rayo Verde, 2013, 96 págs.
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