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Si cada poema de Ana Cristina Cesar parece resolver una disputa entre la intensidad subjetiva y la construcción formal, estos ensayos corroboran el detrás de escena de su poesía. En la prosa de Cesar se muestra mejor su lucidez intransigente respecto del hacer poético, pero también el pathos que desborda por los intersticios de un pensamiento riguroso. El método documental, en la impecable traducción y presentación de Bárbara Belloc y Teresa Arijón, selecciona ensayos, reseñas y conferencias que no sólo hacen crecer la figura de una de las más originales poetas brasileñas contemporáneas, sino que reeditan debates sobre, por ejemplo, la circulación de poesía, la música popular o el efecto literario pedagógico de las buenas conciencias. Son textos fechados entre 1975 y 1983; este último año coincide con el suicidio de Cesar a los treinta y ún años, cuando pasa de ser la estrella de la llamada “generación marginal” o “de mimeógrafo” al mito de poeta suicida. Centrar ese dato, ya se sabe, es hacer correr los mismos ríos de tinta que hablan de Alfonsina o de Pizarnik y las llevan en andas de un asombro que poco dice de sus obras. La selección de esta serie de textos elude ese peligro y elige sorprender al lector con las reflexiones de una poeta que hace observaciones radicales, de ningún modo permisivas ni con posiciones estéticas ni políticas. Hay momentos notables en los que aparece su agudeza frontal y jugada. Uno es durante una conferencia en la que alude al uso en su poesía de correspondencias y diarios, rasgo que hace extensivo a lo que denomina “aspecto femenino” en la literatura. Pero lo define por la preocupación hacia el interlocutor, no porque esos géneros pertenezcan al ámbito privado encasillador de lo femenino, como podría suponerse. En otro momento, contrapone dos modos de entender la traducción. Uno que personifica en Manuel Bandeira, de quien dice que compromete al lector más emocionalmente con el texto, pero transforma a un poeta como e.e. cummings en romántico. El otro, en Augusto de Campos, quien –entiende– ejerce sobre el lector una especie de militancia poética y lo guía hacia la artesanía constructiva afín al concretismo del que él mismo fue uno de los principales impulsores. En su propia práctica de traducción, en parte resultado de esa decantación crítica, Ana Cristina Cesar se inclina más por la composición poética como un todo que debe ajustarse al original por sobre la métrica, la literalidad o la conversión del poeta a lo que no es.
El cruce entre poesía y vida, diferenciado del gesto provocador habitual en las vanguardias, aparece desde su enfoque más cerca de Withman, cuando al final de Hojas de hierba decía una de las citas preferidas de Ana C: “Esto no es un libro / soy yo al que abrazas”. Del mismo modo ella pedía a su público al final de una conferencia que le escriba, que le envíe cartas “encabezadas así: ‘querida autora’. Ah cómo me gustaría recibir esas cartas”, decía casi en broma y otra vez hacía explícita la búsqueda del interlocutor.
Ana Cristina Cesar, El método documental, traducción de Teresa Arijón y Bárbara Belloc, Manantial, 2013, 192 págs.
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