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Publicados en distintas décadas, en un arco compositivo que va desde 1953 hasta 1975, los cuentos reunidos en Encuentro con el traidor orbitan alrededor de un solo tema: lo que la guerra les hace a los hombres que la ven de cerca, que componen su escenografía y la sufren en el cuerpo. Hay variantes, personajes y motivos que transmigran, elementos que ocupan el primer plano de un relato y desaparecen en el siguiente. Hay también dos guerras paraguayas, la de la Triple Alianza y la del Chaco, que son montadas en espejo, como si Roa Bastos buscara demostrar que en el fondo son una sola, la guerra única e interminable donde el barro es omnipresente y los que pagan con sangre son siempre los mismos.
Se trata de una violencia móvil, que sabe escurrirse. Persiste incluso cuando se vacían las zanjas y los soldados son devueltos a sus hogares, como ocurre en “Regreso”. En el cuento que da título al libro, los personajes circulan por la trama espoleados por un rencor antiguo, que los años nutren al punto de eclipsar las razones que lo originaron, en un gesto que recuerda al Conrad de El duelo.
Otros textos ―como “Borrador de un informe” y “Cuerpo presente”― introducen un tipo especial de disputa, el de la religión, que los habitantes de los pueblos arrasados buscan extirpar de las garras de las instituciones. La religión es algo de ellos, los que soportan, los que agonizan. “Quizás no era más que el origen del Cristo del cerrito lo que había despertado en sus almas esa extraña creencia en un redentor harapiento como ellos, y que como ellos era continuamente burlado, escarnecido y muerto, desde que el mundo era mundo. Una creencia que en sí misma significaba una inversión de la fe, un permanente conato de insurrección”, escribe Roa Bastos en “Macario”. La última resistencia posible es creer sin el yugo de normas que en la trinchera pierden un sentido que en realidad nunca tuvieron.
Al comienzo de “La rebelión”, cuya premisa es la de homenajear la tenacidad mítica de la mujer paraguaya, un soldado y un revolucionario conversan mientras miran un avión en el cielo. En ese avión, especulan, viaja el General: hay rumores de grandes orgías en pleno aire. La aparición se desvanece y recién entonces la historia puede empezar. Como Babel, como Rulfo, Roa Bastos da cuenta de la materialidad de un horror que sobrellevan unos y organizan otros. En Encuentro con el traidor no hay espacio para relatos sobre los que comandan a la distancia, sobre los que dan órdenes de las que siempre están a salvo. Esa ausencia es la denuncia.
Augusto Roa Bastos, Encuentro con el traidor y otros cuentos, Mil Botellas, 2017, 184 págs.
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