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La escritora Lorena Salazar Masso, nacida en Medellín en 1991, acaba de publicar su primera novela para adultos, de manera casi simultánea en España (Tránsito libros) y Colombia (Angosta Editores), novela que ya ha recibido una cálida y entusiasta respuesta por parte de sus primeros lectores. Razones no les faltan.
De Quibdó a Bellavista, es esta la historia de una travesía, física, moral e histórica, donde los recuerdos aprisionan el futuro y las esperanzas del presente se cifran en la casualidad del destino, en la fragilidad de los afectos. Una madre (blanca) y un hijo (negro) viajan al encuentro de Gina, quien, con el correr de las páginas, averiguaremos que es la madre biológica del niño, a quien abandonó nada más nacer y dejó al cuidado de su vecina, la narradora de esta historia. Madre (adoptiva) e hijo (adoptivo) viajan en una canoa —junto con un grupo reducido de personas— por el río Atrato, el tercer río más navegable de Colombia, que nace en la Cordillera Occidental de los Andes, desemboca en el mar Caribe y recorre gran parte del departamento del Chocó, uno de los más olvidados (y violentos) del país.
La historia, debido a la dosificación informativa con que trabaja Salazar, toma el tono de la inquietud; ese tenso nerviosismo de cuando parece que no pasa nada, pero sin embargo todo está lleno de señales, indicios y ambigüedades. El lector va entendiendo, muy poco a poco (hasta casi la mitad del libro no sabemos el verdadero propósito del viaje), pero sí advierte que un hecho crucial para la vida de los personajes protagonistas está a punto de suceder. Con ello, la tensión va desembocando en angustia y, finalmente, en terror.
Además del tono de suspense de la narración, son sus dos pilares fundamentales (que están indisolublemente unidos) las reflexiones secas, taxativas y dolorosas sobre la naturaleza de la maternidad y la crianza, y las indagaciones poéticas sobre el territorio: “Somos una comunidad de peces, vivimos al son del agua”, dice la narradora refiriéndose al río Atrato, que antaño era fuente de alimento para quienes vivían en sus riberas y hoy ya no es más que amenaza y cementerio. La novela basa su verdad en la fe en las palabras como constructoras del mundo. Por eso está llena de memoria y recuerdos, de temores, anhelos y secretos, pero, sobre todo, de afectos (siempre mudables, efímeros, dubitativos). Es, al fin, una reflexión sobre la incompletitud de todas las madres y sobre la necesaria sororidad que exige la supervivencia en la hostilidad de la selva. En ese sentido, se trata de alguna forma de una búsqueda (y reclamo furibundo) del perdón y la paz.
Esta herida llena de peces es una novela llena de dolor, pero catártica al fin, porque, en última instancia, es un viaje sin retorno. Y, en ello, hay un algo conradiano. La violencia está presente, pero no al modo metafísico de La vorágine, de José Eustasio Rivera, por ejemplo, sino más bien como paisaje en las sombras. Comparte con el primer Tomás González, también escritor de Medellín, la sobriedad del lenguaje y el tema de la soledad desasosegante. Sin embargo, no hay en la novela de Salazar ese contrapunto entre la selva y la urbe, sino que la historia emerge desde el centro mismo del conflicto con el territorio.
Esta herida llena de peces se sitúa en la senda abierta por el proyecto del Instituto Caro y Cuervo Maletín de relatos pacíficos, presentado en la Feria del Libro de Bogotá en 2017. Un compendio de las voces de veintitrés narradores que se dedicaron a repensar y enriquecer el acervo de relatos sobre el territorio del Pacífico y sus cuatro departamentos (Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Chocó). Así, lo que Salazar aporta a ese contar lo que había venido quedando oculto es la voz de los cuidados, las alianzas y el afecto, al tiempo que ensaya y se cuestiona la validez de nuevas formas de agrupación familiar no mediadas exclusivamente por la sangre, la legalidad o el deber. Y todo ello envuelto en la austeridad de una prosa prudente, de la que, como chispazos en la noche, surgen vehementes reflexiones sobre la maternidad y el desamparo, adaptadas a los nuevos tiempos, estos en los que ya sabemos que, frente a la crueldad, lo fundamental es poner la vida por delante.
Lorena Salazar Masso, Esta herida llena de peces, Tránsito, 2021, 168 págs.; Angosta, 2021, 184 págs.
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