Facsímil

Alejandro Zambra

LITERATURA IBEROAMERICANA

Facsímil se presenta desde el subtítulo como un libro de ejercicios y calca el modelo de evaluación de ingreso a la universidad, basado en el multiple choice, que rigió en Chile durante tres décadas. El ejercicio se muestra a primera vista como una forma paupérrima que el autor deriva en noventa preguntas.

La novela arranca con ejercicios lexicales simples, consistentes en rastrear el intruso semántico, aunque el lector entiende que el humor, la sorna quizás, a menudo la ironía, cruzan el libro. El juego léxico pasa al ejercicio sobre la lógica de la oración, siempre ingenioso, donde el evaluado lector realiza operaciones lingüísticas que ganan en complejidad y cuyo producto, claro, choca por momentos con el non-sens, el anacoluto o la paradoja, acaso también productores de sentido. Del enunciado simple los ejercicios saltan al párrafo, y el lector, más que puesto a prueba, ordena, suma y resta, armando secuencias de una sorprendente eficacia. Avanzan los ejercicios, crecen las posibilidades de la lengua, se instala la ficción y el lector es, en toda lógica, más exigido. Pasando del léxico a la oración, del párrafo al texto, el libro pone en marcha una máquina de narrar que cierra con tres cuentos breves escritos con la prosa precisa y algo melancólica de Zambra, de oraciones transparentes y vitales.

Conforme crecen los enunciados se instala el desconcierto, puesto que el examinador no pone a prueba la destreza del lector ni sus conocimientos sino que aborda los temas del aborto, el divorcio, la familia, las elecciones, la paternidad, las relaciones amorosas, la memoria. La novela hace de este facsímil, que en realidad se limita a una copia fiel de la grilla de evaluación (reproducida al final del libro en la edición chilena) para que el lector vaya tachando una de las cinco respuestas posibles a las noventa preguntas (590 posibilidades), un auténtico original. Destaca entre todas la reflexión sobre la educación, un tema de actualidad en Chile desde el fin de la dictadura, cuando por ejemplo un ejercicio, el nº 40, propone cinco variantes sintácticas idénticas a la siguiente oración: “Los estudiantes van a la universidad a estudiar, no a pensar”, o al poner en tela de juicio un modelo educacional que no enseña a reflexionar sino a concursar: “A ustedes no los educaron, los entrenaron”, como afirma el profesor renegado a sus antiguos alumnos en el texto nº 1, ejercicio nº 74.

En Mis documentos (2013), Zambra explora su disco duro, sus archivos .doc, enfrentado a la irrupción de ese dispositivo-máquina que es la computadora y que ocupa hoy un lugar central en nuestras vidas. En Facsímil vuelve sobre otro dispositivo, el educativo, y sobre ese último eslabón que modela —a través de la grilla de evaluación— la forma del pensamiento, aunque operando una distorsión. No se trata de alterar un texto con algún procedimiento ni de cazar el ready-made, tampoco de hacer una instalación, sino de intervenir la horma más pobre proponiendo un ejercicio de escritura/lectura en la línea abierta por los oulipianos. Ahí donde Perec agota las posibilidades de la palabra en la grilla muda del crucigrama, Zambra, en un gesto más político, siembra una matriz tan hueca como estéril, e ingenia en Facsímil un dispositivo de resistencia.

 

Alejandro Zambra, Facsímil. Libro de ejercicios, Hueders, 2014, 114 págs; Eterna Cadencia, 2015, 112 págs. 

12 Feb, 2015
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