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Isla Decepción

Paulina Flores

LITERATURA IBEROAMERICANA

No puedo evitar, a medida que avanzo en la lectura, ligar esta novela con otras novelas contemporáneas del ya, del ahora mismo; pienso, puntualmente, en Los llanos (2020), de Federico Falco. Si bien las novelas desarrollan tramas bien diferenciadas y tienen estilos singulares, creo que hay un tema que puede ser central: la huida. Inmediatamente sobreviene la pregunta: ¿la huida de qué? ¿De dónde? ¿Hacia dónde? ¿Por qué? Creo que la novela de Paulina Flores bordea estas preguntas sin responderlas del todo, dejando ese espacio necesario para que quien lea pueda intervenir en la interrogación. Se huye de muchas cosas y no se sabe muy bien hacia dónde. Hay un signo de época: la indeterminación, la confusión, el dolor y la angustia frente a la inconcreción de determinados estándares que, por otro lado, siempre son de los demás, el desengaño amoroso o, más bien, la complejidad de los vínculos.

Como en Los llanos, la huida se da hacia un lugar inhóspito. Los narradores marchan a zonas alejadas de las grandes capitales, que son el lugar donde ocurren las situaciones que les exigen escapar. En Isla Decepción, Marcela, la narradora, pareciera recuperar ese viejo postulado bolañesco del “Déjenlo todo”: abandona su trabajo, compra un pasaje y se va a uno de los puntos más australes de Chile, Punta Arenas. Allí se reencuentra con su padre, Miguel; tenemos en este punto otro tema que viene orquestando las narrativas del presente: las relaciones familiares, las complejas relaciones familiares, que muestran familias no convencionales, desarmadas, entramados vinculares que se vuelven quistes. En esta novela, la familia es un terreno casi tan áspero como el territorio donde ocurren la mayoría de los hechos, diría, además de áspero, incómodo. Esto está logrado fundamentalmente a través de diálogos que transmiten la fricción, el malestar, algo innominable pero que anda por las latitudes del tedio.

Pero como casi siempre que huimos, llegamos a lugares inesperados y/o nos chocamos las cabezas con otros que también vienen huyendo. Algo de esto le sucede a Marcela, que se topa de lleno con Lee, un marinero coreano que viene escapando del desengaño y la explotación. Lo singular del encuentro está dado porque el lenguaje no puede ser entre ellos una forma de entendimiento: el encuentro es radical, no hay mediación. Así, a través de Lee, Miguel y Marcela ponen a lidiar sus fantasmas, sus terrores, lo que está enquistado. Y, al mismo tiempo, Lee desencadena la posibilidad que tiene la novela de trabajar sobre algunos temas importantes para pensar en cómo están dispuestos los dispositivos actuales (e históricos) de dominación en un ecosistema que podríamos llamar neoliberal (pero como está mutando ya veremos qué nombre toma en el futuro): la precarización laboral, la explotación humana a niveles esclavistas y el sistemático aplastamiento de la ancestralidad mapuche que lleva adelante el Estado chileno. Entonces, lo global y lo personal, lo íntimo y lo político, se amalgaman, se cruzan, se tensan en el caldo de la experiencia.

Antes de terminar, busqué en Wikipedia algunos datos sobre la ubicación de la “Isla Decepción”, que existe y que no es un territorio ficticio. Encontré algo que me llamó la atención; copio y pego: “El nombre en español ‘Decepción’, palabra que antiguamente era sinónimo de ‘engaño’ (ya no), es la traducción de la inglesa Deception, calificativo dado por Nathan Palmer en su primera visita, por su engañosa apariencia de isla normal, tras descubrir que en verdad se trataba de un anillo de tierra en torno a una caldera inundada”. Decepción que en un principio significó engaño: la vida que iba a ser y no fue, de eso se trata esta novela que, al mismo tiempo, habilita a pensar en una pregunta que puede tener, si la tiene, una respuesta incómoda: ¿qué hacemos frente a la brutalidad del mundo?

 

Paulina Flores, Isla Decepción, Seix Barral, 2021, 360 págs.

9 Dic, 2021
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