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Si hay algo que tienen en común la escritura de vanguardia, el humor y lo esotérico es el recurso al efecto de lo inesperado: quizá por esa razón un cóctel como este, que mezcla géneros que pueden parecer muy alejados, funcione como un mecanismo perfecto. A veces conviene recordar que la literatura está hecha de palabras, y que son esas palabras las que dan vida a los personajes, igual que el golem surgía de combinaciones de letras. Como explica Pérez Andújar en La noche fenomenal, las palabras “campan a sus anchas en su territorio y fuera de él se hacen raras”.
Esta suerte de extrañamiento de filiación surrealista es el que utiliza aquí el autor para retratar su ciudad o a sus amistades, y diseminada a lo largo de la obra se atreve a aventurar una taxonomía de esas palabras casi sistemática, para “convertir los juegos de palabras en un estilo de vida”, “vivir atrapado en el mundo de las palabras” o razonar de la siguiente manera: “¿os habéis dado cuenta de cómo las palabras condicionan a la gente?”. Cuando se escribe de un personaje ya en las primeras páginas “pero un día la tristeza llegó hasta su corazón” se apela a la cultura popular —recurriendo a la conocida canción de una serie infantil— y al tiempo se desactivan los mecanismos de identificación y de suspensión de la incredulidad para llevarnos a unos terrenos más fértiles donde debemos permanecer alerta, porque la ficción más improbable refleja lo real mejor que la verdad y David Copperfield es aquí “el ilusionista, no el personaje de Dickens”. Por supuesto que bajo la toma de estas decisiones de estilo subyace una lógica implacable que denuncia el estereotipo, el lugar común y la emoción facilona con un rigor combativo igual de estricto con el lector que con el que ha escrito el texto, y hacer que estas complejidades filosóficas resulten livianas es un mérito que denota la calidad del empeño de Pérez Andújar: en el fondo de esta comedia subyacen una teoría literaria y hasta una cosmogonía.
Hay en la novela unas grietas paranormales que conducen a un duplicado de Barcelona donde la gente va enmascarada con caretas de iconos televisivos; la lógica de esa realidad paralela bien puede ser la distopía o el disparate. La lectura política y sentimental no puede ser más clara: ante un entorno que encuentra asfixiante, el narrador recurre a una variante del escapismo en la que sin embargo permanecen los mejores amigos, vivos o muertos en este lado, y también la familiaridad del paisaje. Así lo acompañan en la evasión su librero predilecto, los compañeros de trabajo, una cantante punk o ese autor de novelas de quiosco con el que compartía juergas nocturnas, y que le dan al alocado relato su poso de cariño, melancolía y profundo conocimiento. También están Disney, Jacques Brel o Starsky y Hutch, miembros de una memoria colectiva que contribuyeron a anclarnos en un tiempo: con todos ellos un mundo se desvanece, desaparece para siempre; solamente el humor loco y desbocado o la imaginación pura pueden salvarnos del desastre.
Javier Pérez Andújar, La noche fenomenal, Anagrama, 2019, 272 págs.
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