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Si se lee la descripción que el Museo Reina Sofía dedica en su catálogo a Equal-Parallel: Guernica-Bengasi (Igual-paralelo: Guernica-Bengasi), la emblemática escultura del celebérrimo Richard Serra, en ningún apartado consta que se trata de una copia y no del original. Y, si bien se mencionan las dimensiones de los cuatro bloques macizos de acero que cortan el laminado en caliente, tampoco se alude a su peso. El punto es que esta obra, que formó parte de la exposición con la que en 1986 abrió sus puertas el museo madrileño, y cuyo peso es de nada menos que treinta y ocho toneladas, desapareció sin dejar rastro alguno. A la convicción de que no todo lo sólido se desvanece en el aire dedica Juan Tallón su Obra maestra, artefacto narrativo que combina estrategias documentales con los consabidos deslices de la imaginación.
A partir del montaje de ochenta testimonios pertenecientes a setenta y cuatro personajes entre apócrifos y verídicos y repartidos en tres secciones —una estructura que sin duda evoca la segunda parte de Los detectives salvajes—, se dan cita la burocracia estatal, la inopia administrativa, el rigor artístico y los tejemanejes del mercado del arte contemporáneo. Porque lo que desanda el entramado de voces compuesto por funcionarios, jueces, directivos, subalternos y artistas o críticos de renombre es la falta de certezas, incluso provisorias, y la ristra de hipótesis que viene a ocupar su lugar. Alrededor de esa incertidumbre se configura la economía libidinal de un texto balizado por la ecuanimidad de los testimonios. Tanto es así que lo que un chatarrero o un empleado de seguridad tienen para decir ocupa el mismo espacio, el mismo lugar, que lo dicho por la directora del museo, Philip Glass, César Aira, el propio Juan Tallón o el mismísimo Richard Serra. Esta ecuanimidad se ve contrastada con un registro plano que iguala los testimonios en una medianía sin sobresaltos. Y no precisamente debido a los derroteros personales (cierto es que cada uno aporta un ángulo de mirada y algunas señas de identidad), sino por la ausencia de modulaciones en el tono. De ahí que el fuerte de la novela se encuentre no en la construcción de las voces y sí, en cambio, en la crónica que cimienta el o los relatos.
Refiere Tallón en su propio testimonio que la novela se mantuvo en el éter de las buenas ideas hasta que pudo hacerse con una copia del expediente del caso; recién al tomar contacto con los actores intervinientes, con sus declaraciones, pudo comenzar a descular el entuerto —o agregarle, en definitiva, otras capas—. Una de las líneas que se desprende del manojo de imputaciones mutuas y se reconstruye de la cronología astillada es la que sigue.
Un año después de finalizada la muestra titulada Referencias. Un encuentro artístico en el tiempo con la que se inauguró el Reina Sofía, y desoyendo el consejo de la entonces directora del museo, el Ministerio de Cultura compra la obra de Serra. Por no tener el museo espacio físico suficiente, al poco tiempo se decide almacenar la escultura, creada especialmente para la ocasión, en una nave industrial de una empresa especializada. Con motivo de una reforma, la obra vuelve a exponerse en 1990 y, al terminar la muestra, se confía la tarea de transporte y almacenaje a otra empresa centenaria experta en el rubro. Pasan quince años; cuando el museo quiere volver a exponerla, nadie sabe nada de la escultura. Para entonces, la empresa que tenía a su cargo la custodia había quebrado debido al incumplimiento de las obligaciones tributarias producto de la falta de pago del Ministerio de Cultura y del propio museo. A diferencia de Reclining Figure de Henry Moore, cuyo peso era de apenas dos toneladas y su robo quedó registrado por cámaras de vigilancia, nada se sabe al día de hoy del paradero de Equal-Parallel: Guernica-Bengasi. La novela baraja que la verdadera obra es su desaparición. En 2009, sin cobrar honorarios, Serra volvió a montar la escultura en el mismo museo, dando estatus de original a una réplica. Aquí Tallón pierde la oportunidad de hacer perorar a Aira sobre el asunto. En cambio, desperdigada a lo largo de las páginas, hace entrega de una sincopada biografía artística del escultor minimalista que modificó el devenir de su campo.
La invención de un lenguaje en el que prima el proceso de producción y no su resultado; la utilización de materiales industriales (caucho, plomo, acero); el riguroso rechazo del color para no encubrir la materialidad de la pieza; el proponer no tanto la contemplación de un objeto —por más categórico que este sea—, sino una experiencia, aquella de la afectación del espacio a través del movimiento. Tales son los mojones por los que circula su poética. Serra ha dicho que considera el espacio como un material; de ahí que sus esculturas dialoguen con el lugar que las acoge y no sólo se inserten pasivamente en él. Sabe de la gravitación del peso, de su contundencia. Y sabe que, como todo lo sólido, se desvanece en aire.
Juan Tallón, Obra maestra, Anagrama, 2022, 328 págs.
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