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“Hay palabras que están muertas, pero quién sabe si es culpa de ellas o de nosotros”. Esta sentencia —la que podría ser el epitafio de nuestra época, una que ha planchado o directamente elidido las dimensiones de la experiencia— clausura el impactante y conmovedor Tierra de campeones, último libro del escritor, editor y periodista chileno Diego Zúñiga (Iquique, 1987). Porque es cierto que la manera posmoderna de contar historias se asienta en dos o tres premisas básicas (personajes anodinos pero con una historia “interesante” para contar, algunos recursos aprendidos en una maestría de escritura creativa como elipsis o golpes de efecto algo clichés, etc.), dejando de lado el poder constitutivo de las palabras, su fuerza inmanente.
La historia que Zúñiga cuenta en su libro parte menos de un hecho verídico, el origen y el devenir de Chungungo Martínez (nombre ficticio de Raúl Choque), campeón de caza submarina que encontró cuerpos de desaparecidos en el mar, que de un llamado a evocar episodios marcadamente afectivos a través de la palabra. La experiencia de los personajes, así, se entronca con la vida del autor en su tierra natal.
Todo en este libro, desde los juegos de resistencia en la respiración bajo el agua en el río Loa, luego a la transición o pasaje al agua de mar, hasta la gloria de aquel 5 de septiembre de 1971 en donde se coreaba el triunfal nombre de Chungungo por las calles de Iquique, recorre una espiral ascendente de superación emotiva que termina por entroncar con una realidad común a todos nuestros países: los efectos aplastantes, brutales en sumo grado, de las dictaduras latinoamericanas.
La novela se juega entonces en el plano de lo que las imágenes, y no las palabras, pueden decir: no sólo las postales de realidad acuática resultan inolvidables, sino que hay también una decidida búsqueda de contagiar la expectativa propia de una preparación del campeonato mundial en tierras vernáculas.
Puede que entonces y para contrarrestar el influjo iconográfico, Zúñiga decida invocar al fantasma de las palabras, de ir a la búsqueda de ese espectro; y podemos decir que lo logra, ya que muchas experiencias de la novela siguen el consejo o, mejor dicho, comparten aquello que Denis Hollier detecta en los escritos de Michel Leiris cuando afirma que “para dar en el blanco, hay que apuntar a la sombra”.
Con todo, Tierra de campeones confirma la madurez narrativa de Zúñiga, sobre todo por su apuesta seria, ligeramente formal, de contar la vida de un individuo universal sin caer en el patetismo ni el lugar común. Toda una hazaña si se tiene en cuenta el marco general de la narrativa que impera en megaholdings como Random House.
Diego Zúñiga, Tierra de campeones, Random House, 2023, 272 págs.
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