Una ballena es un país

En Santa Teresita, ciudad costera de la provincia de Buenos Aires, un grupo enardecido de turistas se sacó selfies y tomó fotografías de un delfín franciscana bebé. Alzaron al pequeño cetáceo en brazos como a un rey de los mares en miniatura, a la vez que lo convirtieron en mártir: el delfín bebé murió por deshidratación. La imagen recorrió el mundo. Hasta inspiró una escena de la película de terror Room, en la que un bebé pasa de mano en mano por la multitud, que lo aleja cada vez más de su desesperada madre. El “caso” Santa Teresita bien podría estar incluido en Una ballena es un país, de la mexicana Isabel Zapata. La autora arma un mosaico del Antropoceno cuyas piezas reflejan la curiosidad científica y la admiración del humano hacia las especies con las que comparte el planeta, a la vez que revelan su crueldad como predador, apropiador y causante de la extinción de varios animales.

Este mundo, nuestra casa, alberga criaturas extrañas y fascinantes. Zapata les dedica las mejores páginas del libro. Bajo la influencia decisiva de la norteamericana Mary Oliver, celebra la vida en la Tierra con poemas que incorporan el saber científico y la exploración del registro documental, alternando con versos de gran potencia visual. El poema que da título al libro nos cuenta que las ballenas son 97% agua, que lloran cuando les secuestran a sus hijos, tienen caries, son polígamas, permanecen horas suspendidas en diagonal, acurrucadas unas sobre otras formando “delicadas flores de pétalos de carne”. Otro poema describe, en dos versos, la fascinación por los pulpos: “Un cuerpo de pura posibilidad: / sin distancia, ángulos, huesos, recovecos”.

Como sucede en obras similares, donde los textos se despliegan en torno a un núcleo temático que los cobija y los carga de sentido, Un año sin primavera (Marcelo Cohen) o La soledad del lector (David Markson), por nombrar sólo dos, Una ballena es un país funciona por acumulación. Van sumándose especies, datos curiosos, fuentes (Moby Dick o el Códice de Dresde), hechos históricos aberrantes. Desde los tardígrados a los caracoles, pasando por los topos, los caballos, Chernobyl o el tigre de Tasmania, ejecutado por un granjero en 1930. También conocido como tilacino, este tigre llegó hasta nuestro siglo, propone Zapata, como un caso de “síndrome colectivo de miembro fantasma”: muchos testigos aseguran haberlo visto, como al Yeti o al monstruo del Lago Ness, pero el tigre de Tasmania sí existió (lo demuestra una foto incluida en el libro, donde aparece colgado de sus patas traseras), y ahora no existe más.

Camaleónicos, los poemas adoptan la forma que más les conviene: pueden convertirse en “postulados”, en un diccionario, incorporar la transcripción de grabaciones de controladores aéreos, artículos de National Geographic, la inscripción de un cuadro de Durero de 1515 que describe al rinoceronte (“es rápido, impetuoso, astuto”), la carta del técnico ruso encargado de entrenar a Laika, la perra que murió en una misión espacial. Libro para consumidores de esos extraordinarios documentales narrados por la voz arrulladora de Sir David Attenborough, Una ballena… no denuncia ni baja línea: se limita a exponer los hechos. Hechos: el barco que traslada al rinoceronte naufraga cerca de Marsella, los grilletes le impiden al animal nadar hasta la orilla, muere ahogado, los hombres que encuentran el cadáver lo rellenan de paja. Zapata sólo agrega: “como si nada”, y sigue. Narrar la crueldad del hombre, exaltar la belleza inabarcable de la Tierra que habita, escribir estas páginas, nos dice en el prólogo, es su manera de transmitirnos lo que de verdad importa en la vida: cómo amar este mundo.

Isabel Zapata, Una ballena es un país, Rosa Iceberg, 2023, 96 págs.