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Vida de Guastavino y Guastavino

Andrés Barba

LITERATURA IBEROAMERICANA

“Toda biografía es ficticia” se dice en Vida de Guastavino y Guastavino, libro que cuenta no sólo la vida sino, sobre todo, la hazaña del constructor valenciano Rafael Guastavino y su hijo Rafael Guastavino en Estados Unidos. En 1881, el padre que no habla una palabra de inglés viaja a Nueva York con su cuarto hijo de nueve años y cuarenta mil dólares conseguidos por medio de una estafa. Sueña con patentar ahí como propia una técnica de construcción medieval —una bóveda tabicada— porque es ignífuga, una idea que se le habría ocurrido luego del gran incendio que arrasó con Chicago en 1871. Por esos años, los incendios son la mayor preocupación de todo constructor y, gracias a ese método, los Rafaeles Guastavino terminarán levantando edificios tan emblemáticos de Nueva York como el salón de eventos bajo el Queensboro Bridge, la Grand Central Station, la oficina de Registro de Inmigrantes de Ellis Island y la catedral de St. John the Divine.

Ambas vidas son novelescas y el género parte de la atracción del biógrafo por su biografiado que, en este caso, es el prototipo del hispano pícaro que alcanza el sueño americano. Lo confirma una frase: “amamos a los ladrones, digámoslo cuanto antes”. Guastavino padre consigue ser contratado diez años después de su llegada a Nueva York gracias a la demostración de su método: construye una bóveda en una calle céntrica y la prende fuego. Pero miente al patentarlo bajo su nombre: siendo el método antiguo, termina haciendo uso de la apropiación. Más allá de lo anecdótico, que es profuso y ameno, lo más destacado de esta doble biografía lo constituye el narrador en tercera persona del plural, que incluye al lector como cómplice de sus deducciones con frases conjeturales como “no sabemos si”, “podemos imaginar”, “sospechamos”, “necesitamos creer”. Podríamos decir entonces que las lagunas que deja una vida se resuelven en la biografía a través de la omisión o de la conjetura. Tal vez no terminen por poner en duda el género mismo, quizás sí lo haga el relato (o la calidad del biógrafo). Como afirma el autor en la nota del comienzo: “Se puede decir de la biografía lo que decía Borges del barroco: que es un género que agota sus posibilidades y por eso linda con la caricatura”. También lo hace partícipe de que toda identidad como las de estos delirantes Guastavinos es, en verdad, una construcción. Con un componente de contingencia y otro de suma intrepidez, el padre logra proyectar un destino. El hijo, en un afanoso esfuerzo por superarlo, será su prolongación y así ambos aparecerán como una sola vida construida en dos partes.

En suma, haría falta destacar el particularísimo efecto que se genera al retratar la doble biografía de un lazo paterno-filial; acaso sea este un ejercicio de multiplicación de recursos que opera como sostén de continuidad, así la forma de la novela no ve alterada la arquitectura general de su diseño.

Andrés Barba, Vida de Guastavino y Guastavino, Anagrama, 2021, 104 págs.

20 Ene, 2022
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