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Con el tiempo, el arte de emplear epígrafes en vías de cristalizar el espíritu de un texto se fue diluyendo: lo que antaño solía ser un ejercicio de lo más común (aunque por momentos fuesen crípticos, apócrifos, incluso exageradamente ornamentales) hoy parece constituir una rareza, casi un exceso, un excedente que retrasa el comienzo de la lectura. No es este el caso del epígrafe que abre Volver a comer del árbol de la ciencia, heterogéneo y textural libro de Juan Cárdenas (Popayán, 1978). Aquí la reflexión de John Cage opera como una sentencia ineludible: “A veces desdibujamos la distinción entre arte y vida”, a lo que agrega más adelante: “No nos sostenemos sobre una pierna. Nos sostenemos sobre las dos”. Si la cosa fuese decididamente literal podríamos resignarnos a pensar que se trata de un libro que funde arte y vida (cosa que en parte es cierta), pero sabiendo de antemano que el autor es uno de los más inteligentes de nuestros contemporáneos, resulta necesario seguir rizando el rizo de la expectativa, ya que en las once entradas que dan cuerpo al manuscrito lo que de verdad se funde es un máximo grado de rigor estilístico y un descentrado deseo de contar. Desde el punto de vista del estilo, podemos decir que se trata de uno que apela al lenguaje depurado, ameno con el lector y engañosamente liviano: por momentos se acerca a la anécdota (“Encomendar el alma”, “Viernes y Viernes”, “El pájaro”) y por momentos se concibe a partir de la estructura ensayística (“Leer a oscuras. Notas noctámbulas en torno a Felisberto Hernández”, “Nudos ciegos. Explicación falsa de mis textos”), pero en todo se atisba una misma mecánica que retorna: lo que vuelve singulares a los escritos de Cárdenas es su parecido al acto de pensar. Desde el deseo de contar, decimos que es descentrado porque casi nunca sigue una forma lineal: una descripción puede bien toparse con un recuerdo, a continuación decantar en la frase de un escritor resueltamente familiar y concluir con una situación que escapa al entendimiento por encontrarse en un “más allá” de la misma historia. El ejemplo de esto último encuentra su concreción más cabal en el relato que titula el libro: bajo una hipótesis delirante que sitúa al plátano como el motor productivo de la historia, suerte de ente omnisciente, incluso hilo paradójico de la nomenclatura taxonómica, el también autor de Ornamento nos lleva prácticamente a donde quiera. Bien puede ser la sobrevida científica de organismos muertos, el alocado son de un chachachá que acompañan dos cuerpos danzarines o la especulación salvaje en torno al pensamiento de la Musa paradisíaca; el límite es muy difuso, lo cual quiere decir que básicamente y por suerte no existen límites confiables en la narrativa de Juan Cárdenas. Un motivo harto feliz para los que gustan de la literatura.
Juan Cárdenas, Volver a comer del árbol de la ciencia, Sigilo, 2021, 176 págs.
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