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Para mí, habla sobre él cuando canta sobre alguien que canta –sobre cierto alguien que le canta a nadie– con una voz de pureza natural, tan lejos del pecado como del perdón. Caetano Veloso eligió estratégicamente “Alguém cantando” para cerrar uno de sus álbumes más abiertos, Bicho (1977). Vidriosa transparencia, de ala de libélula, la canción expone una epifanía, la de alguien que oye a alguien cantar lejos, lejos (y en este segundo “longe” resuena tanta distancia como en el tercer “lejos” de la “Separata” de Charly García). Una comparación que, como consta en el mismo disco, viene a cuento: “tranquilo e infalible como Bruce Lee”. La naturalidad con que Caetano entona también remite al silbido de “O Leãozinho”, otra canción de Bicho. Finalmente, fueron tres canciones de 1977 –“Alguém cantando”, “Um indio” y “O Leãozinho”– las que nos permitieron reconocer a Caetano, noches atrás, en el Gran Rex. Mimética con la de ese alguien cantando, mimosa, voz de aromo, con aroma al pelo fino y el polvo dulce, ese polvo ceniciento de los rescoldos. A esa voz, qué mal le quedan los arreglos de rock.
El mix no da. Me da tempura con salsa tabasco.
Sus relaciones inquietantes con el rock –que el bahiano dejó más expuestas en las entrevistas que rodearon el lanzamiento de A Foreign Sound (2004)– se pusieron en escena a la hora de presentar Abraçaço (2012) en el Gran Rex. Su “power trío” Banda Cê, contando con un guitarrista excepcional como Pedro Sá, vaya que hace ruido, sí. Pero en la combinación con la tranquilidad infalible de esa voz corresponde a una dentera por uña contra el pizarrón. No va, y eso que uno está acá para respetar cuanto experimento intente su artista predilecto. El choque de sensibilidades que se produce entre los arreglos “rock” y el swing, la caligrafía melódica y el feeling (justamente) del autor de “Alguém cantando” devela la falta de organicidad entre los componentes. La dialéctica quedó clara cuando tuvo que enfrentarse a Nirvana como en un ejercicio de tauromaquia del grunge: donde sonaba más natural durante “Come As You Are”, tan puro y tempuro, era a la altura del “memory”, hecho “memoria”, o “me moría”. La parte en que Cobain nombra el revólver –la más duramente rockera– no le sale, no es para él. ¿Y por qué debería serlo? Desde Cê (2006) que Caetano parece estar haciendo concesiones a una sensibilidad que sospecha más “nueva”, de otra generación, encarnada en su hijo Moreno. El falso striptease que insinuó en el Rex forma parte de esa concesión, con más o menos ironía. Pero en esos experimentos los consensos musicales no abundan. La banda se restringe para respetar a Veloso y se suelta recién cuando lo tiene más lejos.
Hablemos de rock, no de “arreglo rockero” (o sea, de mera electrificación). En la Argentina se logró una organicidad ya folclórica a fuerza de años, de la que el rock brasileño carece, porque el tropicalismo es otra cosa. Y Os Mutantes es otra cosa. Pero Secos & Molhados, Legião Urbana, Os Paralamas, Titãs (Sepultura siempre aspiró a ser internacional)… No, ninguno llega a la altura de alguna banda argentina en términos de rock. Porque la mejor música popular de Brasil está en otra parte, en otras raíces, calles, clases, etnias; y la influencia de ella es tan fuerte que el rock puede reducirse al aporte de arreglos y actitud. Fíjense bien: aún hay sabor a ajenidad en los ejemplares del rock brasileño.
Y sí: testimoniando la falta de consonancia entre Banda Cê y Caetano, no pude más que reivindicar nuestro rock, señoras y señores (y recordar la insuperable sociedad de Billy Bond, Claudio Gabis y Ney Matogrosso, allá mediando los setenta).
Veloso sigue especializándose en hilvanar aliteraciones (“frio / Rio”, “muito alto / mulato”, “asperos passos / passaros”). Surfea así las palabras, mimetizándose con el swing –heredado de la bossa– por donde fluyen sus melodías. Eso le sale solo, se nota. En “Funk melódico” (el título ratifica esa testarudez de juntar agua y aceite) se lo oye rapear “paralelepípedo”. El ruido de esa palabreja en el fluir de las aliteraciones equivale al que se produce cuando Caetano insiste en encerrar las curvaturas naturales de su música en la cuadratura del rock.
Caetano Veloso, Teatro Gran Rex, Buenos Aires, 20 de septiembre de 2013.
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